EL VOTO AYMARA, ¿POR QUÉ ES TAN DIFÍCIL PARA LOS PARTIDOS CONSERVADORES EN BOLIVIA?

 TinkuPolitik No. 2

Nos encontramos a días de las elecciones presidenciales y es evidente -por lo que muestran las encuestas- que los partidos opositores al MAS no lograron la simpatía de los sectores indígena-populares de la zona occidental del país, especialmente al voto aymara (en toda su diversidad). Estos partidos mostraron un absoluto desconocimiento de los sistemas, intereses y proyecciones de este sector clave de la política del país. Veamos, de manera rápida, los hechos.

El partido de Carlos Mesa, pese a no tener un rechazo absoluto de este sector de la población, sufre de una clara ausencia de líderes “orgánicos”, es decir, de las organizaciones indígenas, campesinas y urbano-populares. Ante esta ausencia, apostó por buscar e incorporar a personalidades que -fiel a su estilo- provenían del mundo intelectual. Destacan, por ejemplo, Marcelo Fernández y Carlos Mamani, ambos con importantes trayectorias académicas.

Luis Fernando Camacho es, sin duda, el menos popular. En sus momentos de mayor notoriedad -cuando llegó a la ciudad de la Paz trayendo la carta de renuncia de Evo Morales- fuimos testigos de un extraño y bizarro encuentro, con abrazos y todo, de éste con algunos líderes campesinos de la CSUTCB, quienes parecían sumarse al movimiento contra Evo Morales. Posteriormente, apareció junto a los cocaleros de ADEPCOCA, imágenes que seguramente quedarán como registro de las “movidas” que este líder intentó hacer para ganarse a las organizaciones del occidente del país.  Sin embargo, la posterior reacción popular contra la quema de la Whipala y las actitudes de racismo de parte del gobierno transitorio, terminaron por alejarlo de los Andes. Terminó buscando candidatos entre “personalidades” mediáticas, entre las que resalta Justa Canaviri, más conocida en televisión como “la Justa”, que vendría a ser su apuesta indígena más pública para la zona andina de La Paz.  

Chi Hyun Chung es, definitivamente, el más desconcertante por su discurso y por la apertura que tiene en los sectores indígena-populares. Tiene aceptación en casi todos los departamentos, aunque todavía con un mínimo respaldo. Su última presencia en Achacachi es por demás significativa, ¿cuál es su base indígena-popular?, los sectores aymaras evangélicos, que paulatinamente se van articulando en torno a este predicador.

Una faceta que llama la atención de Chi es el horizonte de desarrollo que plantea, no centrado en occidente, sino en el oriente, en los exitosos “tigres del Asia”. Analizando su discurso, se puede deducir que intenta crear una narrativa acerca de la cercanía cultural entre el Asia y el mundo andino.  Su lado más oscuro es su papel de extirpador de idolatrías de la religiosidad andina, que cuenta -por increíble que parezca- con muchos seguidores entre los fanáticos cristianos aymaras.

El resto de los partidos presentó el mismo guion, apostando por la inclusión de personalidades indígenas a título individual, es decir, no orgánicos. Tenemos por ejemplo a Tuto Quiroga siempre con la lealtad incondicional de Tomasa Yarwi. La novedad fue su alianza con Lino Villca, histórico líder fundador del MAS. Especial mención requieren los aymaras de la extinta candidatura de Yanine Añez: Víctor Hugo Cárdenas, reconocido ideólogo del katarismo, Martha Yujra, líder de la ciudad de El Alto, y Rafael Quispe. Este último tenía una gran trayectoria como “influencer” político, pero, debido a su decisión de acompañar a un gobierno transitorio impopular como el de Añez, posiblemente sea el más afectado políticamente en su deseo de ir por la gobernación por La Paz.

Con todo lo dicho planteamos nuestras preguntas

¿Por qué las encuestas no muestran una apertura de los sectores aymaras a estas candidaturas? La apuesta por candidatos indígenas provenientes del mundo intelectual o mediático ¿podrán tener incidencia en el votante?  El voto aymara ¿tiene como condición que el candidato sea indígena (el famoso voto étnico o identitario)? ¿Es esa la razón por la que muchos continúan apoyando a Evo?

Nosotros creemos que el voto étnico no es tan central. Si fuera así, Félix Patzi o Felipe Quispe tendrían la lealtad total del votante aymara. No hay que olvidar, además, que hubo tiempos en los que este voto fue incondicional con candidatos no indígenas, como fue el caso de Carlos Palenque.

La respuesta radica quizá en el desconocimiento -de parte de estos partidos- del sistema orgánico de representación de las organizaciones indígenas, campesinas, gremiales y sindicales, tanto rurales como urbanos, sistemas corporativos cuyos representantes “negocian” con los agentes del Estado sus intereses, basados en decisiones de cabildos y asambleas.

Naturalmente, estas organizaciones no son un escenario de igualdad y fraternidad como muchos quisieran pensar. En su interior existen constantes fricciones, disidencias, e intereses, pero, finalmente, son un escenario real de democracia. En estos espacios se valora la formación académica, pero también otras capacidades como la trayectoria, el turno, la familia, el liderazgo, el prestigio, las costumbres, que a final de cuentas les dan legitimidad a sus representantes.

Por otra parte, los partidos conservadores no entendieron, ni aprovecharon la oposición de amplios sectores indígenas contra el gobierno de Evo Morales, tales como Achacachi y los Yungas, zonas emblemáticas que podrían haber representado una contrabalanza a la imagen del MAS como partido hegemónico indígena. A ello se sumó una ausencia total de sus operadores políticos por al menos intentar acercarse a sectores inconformes o críticos de las mismas organizaciones sindicales y campesinas que apoyan al MAS que, como sabemos, están divididas y son de conocimiento público.

Si ya la representación orgánica es difícil de entender para la mayoría de estos partidos, menos aún asimilan que estas organizaciones ya no están en condiciones de aceptar ser “invitados” o ser la cara “india” del partido (a pesar de que hay algunos que están dispuestos a hacerlo). Atrás quedaron los tiempos del Nacionalismo Revolucionario o el Pacto Militar Campesino, cuando las organizaciones eran “el brazo armado” del gobierno criollo (incluso el MAS intentó asignarles este papel). No terminan de aceptar que hoy no existe posibilidad alguna de gobierno ni proyecto político nacional sin participación indígena.

Finalmente, es un hecho innegable que, hoy en día, el voto aymara tiene un sentido instrumental, puesto que apoyará a aquel partido que le permita tener acceso al poder político de manera real y objetiva, tanto en candidaturas, en la administración del Estado, en los gobiernos locales y en la búsqueda de recursos para sus regiones. En síntesis, estas organizaciones apoyarán al partido o gobierno que les permita una comunicación horizontal y de beneficio mutuo, tal como lo hace, por ejemplo, la CAINCO de Santa Cruz mediante sus partidos regionales ante el poder central.

Mientras los aymaras no logren construir su propio proyecto político, seguirán apostando por el partido que les permita mantener sus logros, fomentar sus liderazgos e intereses corporativos, enfrentándose a toda acción que amenace la posición lograda mediante sus luchas. ¿No es acaso ésta la característica de una nación dentro de un Estado colonial?

La mesa está servida.



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