“Lo más corriente es seguir mintiendo; y, lo más difícil es hablar y hacer la verdad. La crítica y los críticos de Bolivia son puro fariseísmo, pura hipocresía, tienen ojos y no ven tienen oídos y no oyen”
Dentro
de las temáticas de discusión en las esferas académicas y en los espacios de
opinión de carácter periodístico, en los últimos diez años, se ha tocado con
ímpetu los temas en torno al sujeto racializado. En una primera instancia idealizándola,
creando y sustentando el prototipo del indígena pintoresco y agradable a las
miradas externas, y en una segunda instancia, que es la actual; las discusiones
pasaron a la crítica del indígena ficticio y el discurso pachamamista que lo sustenta.
Dicha crítica nace de la mano de intelectuales indianistas-kataristas en su
indignación por la folclorización y vulgarización del indio como sujeto
político y sus prácticas culturales, es decir, se lanza una crítica ligada al
compromiso con su ideología. Sin embargo, también existen críticas que nacen de
otras vertientes bajo un análisis incauto, que más que por aportar al debate
con respecto al indio, parecen tocar el tema porque “lo que es percibido como
importante e interesante es lo que tiene chances de ser reconocido como
importante e interesante para otros y, por lo tanto hacer aparecer al que lo
produce como importante e interesante a los ojos de los otros”[1]
Este
es el caso del artículo “El uso político del racismo o ¿seguimos siendo
racistas?” de Antonio Quiroga Pareja, publicado en el periódico semanal La
Época, núm. 732, del 31 de julio al 6 de agosto. Dicho artículo, cuyo título ya
es una invitación a la perplejidad, es un claro ejemplo del tipo de producción inerte,
pero coyuntural, con respecto al estudio y reflexión en torno a un tema clave
en el análisis indianista: el racismo.
El
autor empieza lanzando una interrogante: ¿seguimos siendo una sociedad dividida
por el racismo? pregunta que no logra responder en el transcurso de su trabajo,
así mismo toca varios temas en su artículo sumamente corto, lo cual hace que su
análisis sea superficial y confusa. Pero no me centraré en las divagaciones de
dicho artículo, sino en el uso indiscriminado e irresponsable de categorías y
términos que el autor emplea en el análisis central sobre el racismo.
Por
ejemplo:
Quiroga
manifiesta que “Tenemos durante los últimos años,… lo que parece ser un
incuestionable empoderamiento político y económico del sujeto indígena”.
Analicemos esta proposición por partes, a) ¿A quién se refiere el autor cuando
habla del sujeto indígena? b) ¿hay un empoderamiento político “indígena” como
tal? c) ¿Acaso el éxito comercial de una buena parte de los Aymaras es reflejo
de un empoderamiento económico “indígena”?
a)
El autor al preguntarse qué es ser “indígena”, responde que se trata de “una
categoría política (…) una categoría entrelazadas con discursos de poder”. La
mención a “una categoría política” para referirse al indígena es errónea en el
sentido estricto de la palabra, porque “indígena” tiene otra acepción en este
contexto, puesto que este es propio de lo indio y no de lo indígena. Al parecer
el autor los toma como sinónimos. La confusión entre indio e indígena y
campesino es tan habitual y tomada a la ligera en los espacios académicos y
políticos, que muestra con clarividencia la rigurosidad que la intelligentsia
del cholaje blanco-mestizo realiza al estudiar la ideología de los indios.
¡Señores/as, no es lo mismo hablar de indio e indígena!
En
este país de inmensas taras coloniales, el termino INDIO es despectivo, a
diferencia de INDÍGENA que unido ahora con lo originario-campesino, es aceptado
en la sociedad colonial[2]. Solo los indianistas nos
auto identificamos como indios porque asumimos dicho adjetivo como categoría
política, porque indio expresa una situación de avasallamiento, la palabra
“indio” más allá de que se haya equivocado o no Cristóbal Colon tiene que ver
con que designa una situación colonial con que expresa las diferenciaciones
sociales[3]. Indígena sin embargo, es
mero apelativo que da el colonizador al colonizado. El término indígena está
sujeta a la ideología indigenista, es un término que se emplea desde 1940 por
los miembros del Instituto Indigenista Interamericano, “porque ella aparte de
ser un vocablo nuevo es neutra e inofensiva”[4]. Vocablo inofensivo que en
nuestro contexto se usa para buscar la asimilación del autóctono al Estado colonial
disque plurinacional.
Al
margen del mal empleo del concepto del término “indígena”, Quiroga cuando habla
del “sujeto indígena” se refiere a estos conforme a sus rasgos somáticos, sin
tomar importancia la enajenación de estos. Ya Frantz Fanon nos decía en “Los
Condenados de la Tierra” que “Hay negros mucho más blancos que el mismo
blanco”, que traducido a nuestro contexto podríamos decir que hay indios mucho
más q’ara que el mismo q’ara. El autor
analiza la situación del sujeto racializado en una búsqueda de
asimilación y no así de liberación.
b)
El Estado Plurinacional encabezado por un indio sumiso[5], que desconoce la teoría
de la liberación india; es decir el no-indianista, no puede obrar más que con
lo que le ofrece su lente indigenista, o sea, realizar acciones que busquen la
inclusión y la asimilación del indio al Estado boliviano, manteniendo así la
lógica de la otredad donde unos están en una posición superior y otros en una
inferior.
Evidentemente
en el gobierno del M.A.S. se puede apreciar a dirigentes campesinos y
profesionales aymaras, quechuas, guaranis, etc, en espacios de la
administración del Estado, lo cual no significa un empoderamiento del indio
como tal. De tal forma que, de nada sirve que pomas, huancas, achacollos estén
ocupando cargos gubernamentales si su mentalidad y accionar son de indio
sumiso. “El sujeto indígena”,
denominativo que usa Quiroga para referirse al sujeto racializado, no ha
logrado un empoderamiento político y no lo va a lograr porque el indígena del
indigenista, como ya lo dijimos, no busca una liberación sino una asimilación.
c)
Quiroga hace mención que existe un incuestionable empoderamiento en lo
económico del sujeto indígena, para sustentar su tesis hace mención a “las
nuevas burguesías de piel morena”, es decir, al éxito en la acumulación de
riqueza de los comerciantes Aymaras. Pero ¿acaso el simple hecho de poseer
grandes cantidades de dinero es muestra de un empoderamiento en lo económico?
Ivan Apaza Calle en su artículo “Apuntes sobre la Totalidad Colonial”, nos dice
que las relaciones económicas están subordinadas a las relaciones y estructuras
coloniales[6], así mismo, Fausto Reinaga
nos decía que “al indio se lo oprime por indio”. Por esa razón, cuando emergen
los nuevos millonarios en la ciudad de El Alto, el sistema opresor bajo su
privilegio de etiquetar, denomina a estos como “burguesía Aymara”; no le dice
millonario, le dice “qamiri”; a sus grandes y coloridas construcciones que en
su parte superior se aprecian chalets, les denominan “cholets”, y así se dan la
tarea de catalogar para diferenciarse y mantener la lógica de relación
colonial.
Un
Aymara que tuvo éxito en lo económico podrá tener la misma cantidad de dinero o
tal vez superior a las castas seculares, pero eso no implica que ya es igual a
este, puesto que al ser catalogado como qamiri Aymara, ya es un sujeto
racializado, es un Aymara, es un indio, lo cual implica que en el orden de la
sociedad colonial ocupa un escaño inferior a pesar de todo.
Este
tipo de producción “intelectual” que surge bajo el interés de hablar de los
temas entorno al indio, hace notar al que lo escribe como importante e
interesante, ya que, es una muestra más de la instrumentalización de los
elementos en potencia que el indio muestra en la actualidad[7][8]. En este caso lo político.
Además,
este tipo de producción lleno de sofismas, tiene consecuencias en la sociedad,
pues, alimenta esa definición ambigua que tienen muchos individuos dentro de la
esfera política y académica. El sofisma se vuelve discurso en la boca de los
diletantes de la intelligentsia del cholaje blanco-mestizo, con la cual se
fundamentan en el momento donde los indianistas empiezan a disputar el espacio
político.
[1] BOURDIEU Pierre, “Los usos
sociales de la ciencia”, Buenos aires: Nueva visión, 2003, p. 16
[2] Un pequeño ejemplo es el cambio del nombre de EL DIA DEL INDIO por
EL DIA DEL INDIGENA ORIGINARIO CAMPESINO, con el argumento que INDIO es una
palabra peyorativa, que discrimina.
[3] PORTUGAL Pedro y MACUSAYA
Carlos, “El indianismo katarista”, Bolivia:
FES-PUKARA, 2016, p., 56
[4] QUISPE Ayar, “Indianismo”,
Qullasuyu: Pachakuti-awqa, 2011, p., 17
[5] Es aquel indio que manifiesta y/o protege la obediencia, respeto,
reverencia, admiración, aprecio y adoración al opresor. (QUISPE Ayar, Ob.Cit., p. 91)
[6] APAZA Calle Iván, “Apuntes
sobre la totalidad colonial”, En “El
chaski”, Núm. 4, 2013.
[7] Cf. APAZA Calle Ivan y CHAMBI Mayta Roger Adan, “El indio y sus fantasmas”, en:
https://www.slideshare.net/rogeradanchambimayta/el-indio-y-sus-fantasmas-249649844
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