TRUMP: Una perspectiva boliviana

Por: Daniel Goldstein
Máscaras para Halloween. New York
El verano pasado, en los Andes, cuando viajó para visitar a familiares y amigos antes de comenzar sus estudios de antropología en la Universidad de Rutgers, Raúl Rodriguez Arancibia realizó un viaje de larga distancia en bús en el que mostraron la película de 2015 “Our Brand is Crisis” [Nuestra Marca es la Crisis]. La mayoría de los autobuses bolivianos han montado pantallas en la parte delantera en la que muestran películas durante todo el trayecto. La película, que es una sátira política basada en el documental homónimo de 2005, relata el papel de los profesionales de las campañas políticas estadounidenses que trabajan como consultores en una elección presidencial boliviana. La película presenta a los bolivianos como tontos, cuya su inocencia primitiva contrastaba con la sabiduría y la sofisticación de los estadounidenses. ¿Qué podría parecer, se preguntó Raúl, si los papeles estaban invertidos, y la cámara se volviera contra los políticos estadounidenses? ¿Qué podría revelar la opinión de un boliviano acerca de la campaña presidencial de Donald Trump?
Los ciudadanos estadounidenses y los medios de comunicación han expresado su sorpresa y su alarma por el uso fácil de Trump de un lenguaje racista y sexista, su incitación a la violencia entre sus partidarios y su virulento nacionalismo fronterizo, todos ellos profundamente en desacuerdo con los valores democráticos que EE.UU. celebra. Para los observadores de América Latina, el emergencia de Trump es también una sorpresa, dada la larga historia de las intervenciones del Coloso del Norte, justificada en nombre de la promoción de la democracia y la libertad y los derechos humanos en la región. A muchos bolivianos como Raúl le resulta extraño que alguien que emite una retórica tan intensamente antidemocrática pueda ser el candidato de un importante partido político estadounidense.
Raúl es un intelectual aymara nacido y criado en las ciudades bolivianas de La Paz y El Alto, que llegó a los Estados Unidos en 2013 para obtener una maestría en Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Nueva York. Regresó a los Estados Unidos en 2016 para estudiar antropología en la Universidad de Rutgers. Raúl se familiarizó con la cultura y la política de Estados Unidos durante la presidencia de Barack Obama, una época en la que aumentó la violencia policial contra ciudadanos de color y la deportación acelerada de latinos indocumentados. Participó en las protestas de la “Black Lives Matter” y los movimientos en defensa de los derechos de los inmigrantes, que él consideró como respuestas apropiadas a un Estado racista y represivo, y se unió en diálogo con ciudadanos y no ciudadanos sobre la naturaleza de la libertad política y los derechos en este país. Movimientos sociales como éstos no son inusuales en Bolivia, donde la política se juega a menudo en las calles. Antes de venir a los Estados Unidos, Raúl había vivido la agitación política anterior a la presidencia de Evo Morales, y asumió que los movimientos sociales y las organizaciones políticas de base tan comunes en la democracia boliviana eran una parte normal del sistema político en otros países también.
Donald Trump era relativamente desconocido en Bolivia antes de su ascenso a la notoriedad en la campaña de 2016. Al principio, como muchos otros, Raúl estaba desconcertado por la popularidad de Trump. Como investigador social formado fuera de los Estados Unidos, dice Raúl, se interesó en cómo las ideas despectivas, sexistas y racistas expresadas en la campaña de Trump podrían encontrar un apoyo tan amplio en los Estados Unidos. ¿No era este el país de “Black Lives Matter”? Raúl habló con mucha gente, primero en Bolivia y luego en los Estados Unidos, para tratar de entender cómo alguien así podría ser tan popular.
Lo que aprendió fue desalentador, si no completamente inesperado. “Contrario a lo que se nos ha dicho en la periferia”, dice Raúl, “la bien anunciada idea de la democracia estadounidense como vía de progreso para los países periféricos” es lo opuesto a lo que representa la campaña de Trump. A diferencia de las organizaciones de base progresistas que llevaron a Evo Morales al poder en Bolivia y en las que Raúl participó, en los Estados Unidos, el movimiento de Trump es profundamente conservador y racista, cuyas profundidades Raúl no había entendido previamente. Aunque una forma de protesta pública y movilización popular, los objetivos del movimiento de Trump no son liberatorios, sino exclusivos, promoviendo el odio en lugar de la libertad, la violencia en vez de la justicia y la igualdad. Desde el punto de vista de un latinoamericanista, la retórica de la campaña--particularmente su nacionalismo racista y su primero-los-Estados-Unidismo--se ajusta a las ideologías que durante siglos han sustentado el imperialismo y el intervencionismo estadounidenses en América Latina. Raúl es listo para quedar sorprendido por este hallazgo, de la manera que parece haber sorprendido a varios americanos ingenuos. Pero aún así, se sintió decepcionado al ver que el santificado “American Way” era en la práctica tan diferente de los modos en que la democracia ha sido promovida por los Estados Unidos, en Bolivia y en todo el mundo.

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