Por: Henry Quispe
“La fuente donde bebe el indio es del pasado y lo hace con
la intención de seguir viviendo en el futuro” Ayar Quispe.
En los círculos de
estudiosos indianistas, gira un imaginario pernicioso de suponer al indianismo
como una ideología que no complace completamente a la sociedad colonizada, por ser
muy arcaica o radical. Como única solución a esta, se busca ablandar o desestabilizar
al indianismo para asemejarle al pensamiento divergente del pueblo colonizado. Obviamente
el indianismo se debe superar o mejorar, pero esto no significa volverlo menos
liberatorio o asimilarse al ideario de la sociedad ofuscada. En este tiempo, no
es de extrañar la discrepancia entre el indio sumiso y el indio rebelde, porque
cada uno expresa un pensamiento diferente y contario. O sea “el indio no nace
dotado de principios políticos e ideológicos, ni trae ya formada la conciencia india, sino esta tiene que
ser cultivada con mucho cuidado y dedicación”[1].
La desvalorización de lo
propio y la omisión del pasado histórico son productos de los procesos del
colonialismo configurados desde una visión q’ara para embriagar y dominar al
colonizado. Hacer creer que lo propio es inferior y lo foráneo como superior;
hacer creer que la invasión es justa y natural. Todo ese ofuscamiento colonial entronizado
en el imaginario del indio e india, valió para robustecer y garantizar la
continuidad de la dominación blanco-mestiza sobre los autóctonos.
El establecimiento de instituciones
coloniales de disolución caótica social, acarreó a formalizar labores de domesticación
con el propósito común de transformar la esencia humana del autóctono. Formar
un modelo de hombre y mujer que exalte, admire y se aferre al blanco, para ser
fiel sirviente del sistema que oprime. Los comportamientos (del indio alienado)
son las que alimentan a la reproducción colonial de relaciones de dominación
entre el opresor y el oprimido. De ahí pues, hoy el indio del contemporáneo
actual es sumiso, ciego y enajenado; reproduce de manera inconsciente todo lo
foráneo.
Por ejemplo el sistema
educativo —de carácter colonial— implantó en el cerebro indio un complejo de
inferioridad donde induce a valorar más lo foráneo y deslegitimar lo propio.
Los conocimientos asimilados durante el proceso educativo, fueron conocimientos
configurados desde una mirada dominacional eurocéntrica ajenas a la realidad y
necesidad del pueblo. El indio e india fue concebido como un objeto de
domesticación, donde su esencia psíquica es moldeada al gusto y sabor del
opresor. En esa dinámica, para los indios la relación colonial entre el indio y
el q’ara les pareció natural, por ende no tuvieron un pensamiento crítico y
cuestionador al sistema imperante.
Ante esta situación de
ofuscamiento, la purificación mental del colonizado será resultado de la toma
de conciencia histórica que llevará por el derrotero de la liberación. Es
decir, cuando se asuma la conciencia
histórica, el indio sumiso pasará a ser un indio insurgente y por ende un
peligro para la casta blanco-mestiza.
En nuestro tiempo actual,
un aymara-quechua precolonial no puede compararse con un indio contemporáneo,
porque el colonialismo ha producido un cambio en sus formas de vida, en sus actitudes
y en su forma de pensar del autóctono. “Con [l]a invención de la historia
logran anestesiarnos o aletargar nuestra mente y a su vez la liberación”[2]. De ahí pues, hoy veremos
que un indio contemporáneo no ciertamente es un aymara concreto similar a un aymara
o quechua del periodo precolonial.
En una presentación del
libro de H. C. F. Mansilla titulado “Filosofía
Andina y Filosofía Occidental” en la Universidad Pública de El Alto, se ha recogido
las palabras del autor, donde ignorantemente introduce en un solo saco al aymara
precolonial y al aymara contemporáneo (colonizado). Por ejemplo, exclamaba con
estas palabras: “… los aymaras también se dedican
a acumular capital a tratar mal y a explotar a la gente que ellos tienen bajo
su mando cuando son empresarios, los aymaras también producen complicadas
triangulaciones comerciales financieras (…) se comportan como todo el mundo,
por lo tanto yo creo que los seres humanos extraordinariamente iguales en todo
el planeta, son también iguales en lo que podríamos llamarlo negativo en su
afición al egoísmo, a acumular bienes, a tratar a los seres humanos como menos
recursos laborales, en eso los aymaras cuando lo pueden hacer lo hacen como el
resto de todos los otros pueblos del mundo”[3]. Lo que hace referencia Hugo Celso
Felipe Mansilla, es a aquel aymara colonizado, y sí es colonizado, es
exactamente un indio o india, no propiamente un aymara concreto. Si lo
analizamos la noción de Mansilla, veremos que no porta mínimamente una
conciencia histórica y por ende ignora el proceso del colonialismo que
sufrieron los aymaras. Los colonizados en tiempos de guerra, no pueden valerse
completamente de una conducta intachable. La lucha en nuestro tiempo es de
igual a igual. Lo que requiere el aymara colonizado es una conciencia
histórica, pero no para convertirse sumiso, sino para darse cuenta de la
situación colonial que se encuentra sometido.
En los principios del
proceso colonial, el colonizado tuvo las cadenas de esclavitud atadas en los tobillos,
en el cuello y en las muñecas; ahora “las cadenas están más adentro, se han
internalizado, están en su corazón, en su mente”[4]. O sea, las cadenas de
esclavitud pasaron a ser más camuflados; de visibles a invisibles. Entonces
cuando las cadenas se convierten así (clavadas en el pensamiento), ciertamente dirige
al colonizado a reproducir inconscientemente las relaciones de dominación y
opresión. Es decir, el indio se constituye opresor de si mismo, por lo tanto
para romper las vendas o los prejuicios coloniales, necesariamente requiere alimentarse
de la conciencia histórica, porque es aquella que librará de las tinieblas
coloniales.
Cada hora que pasa, es
hora que ofusca más la mentalidad del colonizado; olvida con mayor intensidad
su pasado histórico, y en consecuencia, la recuperación de su memoria histórica
se hace más complejo. De ahí pues, el rechazo del uso del término indio y del
indianismo, procede desde el propio colonizado, no solamente desde la casta
blanco-mestiza. Esta actitud contraproducente deviene cuando se tiene relegado el
pasado histórico. Entonces el tiempo es un factor que contribuye a embriagar
más al colonizado, y por lo tanto el asumir responsabilidad del trabajo
ideológico y político (de concienciar al pueblo) se vuelve un deber urgente y diario
del indianista.
La conciencia histórica
es el conocimiento que tiene el indio sobre sí mismo y de su entorno colonial.
Esta deriva a partir de la historia real no oficial relacionando positivamente
con su ética. La conciencia histórica combina el ser y el deber interrelacionando
el pasado, presente y futuro. Acudir al
pasado histórico, es darnos cuenta de la situación colonial que vivimos desde
la invasión (1492 a nivel Abya Yala y 1532 a nivel Tawantinsuyu) hasta el día
de hoy.
Para purificar nuestro
cerebro es necesario primero tomar conciencia de si mismo, así nos
encaminaremos por el sendero de la liberación. La “conciencia histórica nos
desacomplejará primero, luego nos dará un espíritu de independencia y,
finalmente nos condicionará la ideología a seguir”[5].
Sumergirse en el pasado histórico,
significa analizar y entender los
siguientes momentos históricos: 1). El desarrollo histórico y cultural de la
civilización aymara-quechua (antes de la colonización); 2). La invasión europea
y 3). Las luchas anticoloniales desde la muerte del primer indio hasta la
actualidad. El análisis serio y estricta de los tres momentos históricos, da un
conocimiento diferente y contrario a lo que se adquirió en los centros
educativos: la historieta oficial.
La mayoría de la sociedad
fulgura de un conocimiento histórico embaucador, formulados desde la óptica
blanco-mestiza e impuesto desde el Estado. A este sistema de conocimientos
Wankar calificaba de historietas[6], porque fueron escritos
con cerebros blancos, contrarios y falsos, relatan desde una mirada colonial en
beneficio e interés de su casta. En ese afán, uno para romper con este
prejuicio, debe alimentarse de fuentes verídicas que dará un pensamiento
crítico y contario a las historietas impuestas por el sistema colonial.
La comprensión del
desarrollo histórico cultural concretamente de la civilización aymara-quechua, nos
orienta —a los colonizados— a ubicarnos y a escudriñar nuestra identidad real y
la situación en que se encontraba nuestros ancestros. Comprenderemos las formas
de organización (económica, social, política), la cultura, la visión, y otros
aspectos del periodo precolonial. En realidad, el quien gobernaba en el antiguo
Tawantinsuyu era el propio autóctono, no fue un blanco ni cualquier forastero. La
identidad real del autóctono no fue impuesto,
no fue boliviano/a, porque la Bolivia es de aquel extranjero, específicamente del
q’ara que ocupó de manera salvaje e injusta nuestro territorio. Con la
conciencia histórica llegaremos a conocer la sociedad precolonial que vivían
sin opresión, sin hambre, sin explotación y sin dominación de unos sobre otros.
De ahí pues, nos daremos cuenta, el por qué del segundo Tawantinsuyu como proyecto
político del indianismo.
La inconsciencia siempre
hace hablar al colonizado cosas incoherentes y contraproducentes cuando se
trata de liquidar al sistema opresor. En tanto se desconoce la invasión brutal
europea, no entenderemos la injusta ocupación salvaje que practica el q’ara.
Solo la toma de conciencia histórica puede hacer admitir al colonizado el
injusto usurpación del poder constituido. La conciencia dará entender por qué
llegaron, para qué, cómo llegaron y por qué los asesinatos a nuestros ancestros.
Así entenderemos que esta invasión es injusta y por lo tanto la recuperación
del poder es justo, por derecho y sagrado.
En este tiempo, la lucha
armada como un medio para la liberación india, es refutada por aquellos
ingenuos tildando de exagerado o radical. Uno que tiene ausente la conciencia
histórica queda con una conducta mansa y sumisa. Sin embargo, cuando uno asume
la conciencia histórica, entiende con cabalidad las luchas contra todas las
formas de dominación como un medio correcto y seguro para la descolonización
absoluta y verdadera. Este medio de lucha no es un invento caprichoso de hoy,
sino data desde nuestros ancestros. En otras palabras, la guerra se inició con
nuestros abuelos que hoy no llegó a concluirse y por tanto concluirlo es un
deber nuestro. En ese marco, el indio sumiso, alienado y enajenado, debe
entender las causas de la lucha, su objetivo y su importancia como continuidad
en nuestro tiempo.
Generalmente el análisis
serio del pasado histórico y la toma de conciencia histórica, conduce a
desembocar a las siguientes conclusiones:
1). Que existe dos
matrices de civilización, uno que es propiamente de las sociedades precoloniales
autóctonas y el otro se entromete desde la invasión europea, porque en nuestro
mundo actual “el desarrollo histórico de las sociedades no es única, ni
iguales”[7]. La matriz civilizatoria
occidental ha tenido más prioridad durante el proceso del colonialismo y por
ende opaca a la matriz civilizatoria precolonial.
2). Que a partir de la
invasión hay un cambio estructural social, donde el kolla se convierte en indio
o india, lo que significa que el colonizado u oprimido se vuelve en sujeto
insurgente, que lucha contra el sistema imperante.
3). Que en el proceso
histórico de lucha hay un trabajo pendiente e inconclusa: Esta es la lucha
armada, que ciertamente conduce hacia la liberación total del Qullasuyu
ancestral. De ahí entenderemos que, concluir la lucha es un deber del indio e
india y para ello necesariamente nos guiaremos de la ideología del indianismo.
4). Y por último el
colonizado comprenderá la relación colonial de opuestos; entre la Bolivia q’ara
y el Qullasuyu indio; entre el Estado y Nación. Una Bolivia centenario
constituido en Estado que oprime al indio Qullasuyino, y que el indio ofuscado
simplemente obedece a la Bolivia q’ara. Esta relación es la que cuestiona uno
que adquiere la conciencia histórica.
El indio/a del
contemporáneo actual rechaza el indianismo porque no comprende su pasado
histórico; las matrices de civilización (foráneo y lo propio), la lucha
anticolonial inconclusa y las relaciones coloniales entre Estado y Nación. De
ahí como primer requisito que debe tomar un indio sumiso es la conciencia
histórica y quienes conducirán hacia nuestro camino, son ciertamente aquellos
indianistas que mínimamente adquirieron la primera conciencia india.
Para entender con
cabalidad al indianismo, uno recurre al pasado y de ahí identifica su raíz. Al
respecto Yawar dirá: “Cuando uno habla del indianismo, uno siempre va hablar
del pasado, ya que el indianismo surge a partir de ello”[8]. Uno se comprende a sí
mismo porque ya tiene la conciencia histórica y por tanto se vuelve en indio
insurrecto que se diferencia de un indio sumiso, ofuscado y alienado; ya no
rechaza el uso del término indio ni al indianismo.
En los últimos años los
estudiosos del indianismo parecen haber entendido la conciencia histórica como estéril
o estático. Sin embargo cuando uno asume la conciencia histórica inmediatamente
tiene la responsabilidad de mostrar el camino hacia la conciencia histórica a
los indios que aun no se han liberado de la oscuridad colonial. Profesar,
difundir y fortalecer el indianismo es la tarea permanente de un indianista. El
pueblo debe enterarse del pasado histórico para tomar un primer paso y llegar a
ser un indianista, de esta manera se alcanza
a ser un poder solido. Cuanto más entiendan al indianismo será más fácil tomar
el poder.
Un indianista que tiene
la conciencia histórica automáticamente debe difundir, propagar y mostrar el
camino a los indios sumisos. Debe trabajar como un evangelista o cristiano.
Obviamente no es tan fácil, por eso la diferencia con las otras ideologías incorrectas,
que solo buscan lo fácil. El indianista trabaja desde las bases, no escala a
costa y sudor de otros.
Generalmente los
estudiosos del indianismo rebelan sus trabajos intelectuales escritos en los
periódicos o en libros. Pero para marchar correctamente siempre es necesario
fijarnos las cuatro dimensiones, de ahí pues nace esta interrogante: ¿Para
quién se escribe? Si se escribe para el indio, obviamente tendrá que ser
expresado en tono indio de manera que penetre en su pensamiento y corazón.
Ahora si se escribe para los blanco-mestizos, pues solamente se llega a
potenciar al q’ara para que siga jugando en la instrumentalización de lo indio.
Entonces, para garantizar la concienciación y dotar de una conciencia
histórica, el indio que quiere ser indianista debe moverse con tenacidad; en
lugar de estar coqueteando al blanco, debe coquetear al indio sumiso, porque el
sujeto que necesita liberarse de la oscuridad es el colonizado, no el
colonizador.
Para marchar
correctamente siempre es necesario la prudencia. Al respecto Felipe Quispe dirá:
“Hay que manejar fino, con guantes blancos y pinza”[9]. Es decir, se debe avanzar
con mucho cuidado, sin meter mucho ruido, de manera que el q’ara quede
sorprendido. Por eso pues, un indianista antes de hablar y dirigir, debe mirar
y pensar en cuatro dimensiones, para saber dónde está y en qué condición se
encuentra, así sabremos cómo, cuándo y en qué ritmo debemos hablar y movernos
para garantizar nuestra liberación y el restablecimiento del segundo
Tawantinsuyu.
Henry Quispe |
La expansión y la
difusión de nuestra ideología es fundamental para formar un movimiento grande a
nivel continental. Mientras el indianista no cumpla estrictamente su rol, el
indio sumiso seguirá refutando a la ideología libertaria indianista, pensando
que somos de India.
El poder indio no llega
de lo nada, no cae del cielo, se logra con el trabajo ideológico político serio
y responsable de los indianistas. Es decir “se tiene que derramar por todas
partes la semilla de la rebelión”[10] mostrando al pueblo el
camino hacia la toma de conciencia.
Un indio que ha llegado mínimamente
a una etapa de conciencia ideológica debe trabajar con seriedad; en lugar de hacerse
contaminar con el olor blanco-mestizo, debe hacer que el indio sumiso se
enamore del término indio y del indianismo. De esta manera lograremos un
movimiento grande y fuerte para lograr nuestra liberación total a través de la
guerra comunitaria de ayllus antes que el método electorero. Pues así nos
daremos cuenta que este indio es indianista porque será quien está marchando por
el camino correcto y seguro.
Notas bibliográficas:
[1] QUISPE Ayar, (2011). Indianismo. Qullasuyu. Ed. Pachakuti.
Pág.43.
[2] APAZA Calle Iván, (2011). Colonialismo y Contribución en
el Indianismo. Qullasuyu. Ed. Pachakuti. Pág. 104.
[3] Palabras textuales de Hugo Celso Felipe Mansilla, el 18 de
agosto de 2016.
[4] REYNAGA Burgoa Ramiro (Wankar), (2005). Tawa Inti Suyu. Pág.
9.
[5] CARNERO Hoke Guillermo, (1968). Nueva Teoría para la
Insurgencia. Perú. Pág. 103.
[6] Véase Tawa Inti Suyu de Reynaga, Pág. 8-9.
[7] APAZA, Op. Cit., Pág. 106.
[8] Palabras vertidas por Yawar Copana en el Foro Debate que
se llevó en UPEA el 23 de agosto de 2016.
Comentarios