Bolivia
vive nuevamente momentos angustiosos. Espectros de enfrentamientos nublan
nuestro cielo y amenazan teñir de sangre nuevamente nuestros suelos comunes.
El fenómeno no es nuevo.
Arrastramos secuelas de la felonía de la captura y ajusticiamiento de
Atahuallpa, superada después con la inmolación de Julián Apaza, Tupak Katari, y
la traición al Willka Zárate. Hemos constituido un país escindido por un colonialismo
interno: los herederos de los invasores y los sucesores de los invadidos.
Ambos, tratando de explicar su situación, justificar su posición; recurriendo
incluso a argucias, mitos, mentiras y violencia como recurso extremo para
mantener una situación injusta o para liberarse de ella.
No hemos logrado constituir una
Sociedad coherente, una Nación integrada, un Estado funcional. ¡Es momento de
que ello termine ante la inminencia de descomposición total, o la alternativa
de arraigar definitivamente un destino mediocre, disfuncional y disonante!
Este mal profundo no pasó
desapercibido a los diferentes gobiernos. Cada uno ensayó su receta. Pero,
todos fracasaron. Después de la debacle en la Guerra del Pacífico, el ciclo
conservador en Bolivia —1880 a 1899— sumió aún más a las élites bolivianas en
la caricatura de mimar a las sociedades europeas, cuando sus logros
tecnológicos fueron apenas unos cuantos kilómetros de ferrocarril y de
vinculación caminera, en un contexto de expoliación de las tierras comunales. El
ciclo liberal, que sucedió al conservador hasta 1936, conoció el auge del
estaño y el empoderamiento del país por quienes utilizaron esa riqueza para su
propio beneficio: los “barones del estaño”. En tanto, las comunidades se sumían
en una rebelión generalizada que culminó el año 1920 con masacres en Taraco y
Jesús de Machaca.
Después de la Guerra del Chaco
la conciencia nacional entrevió sus males profundos. Los militares, con Toro y
Busch, intentaron cambios estructurales. El 10 de mayo de 1945 se inauguró el
Primer Congreso Indigenal. Se decretó el fin de la servidumbre. Villarroel
buscaba apoyo indígena, pero fue demasiado tarde: Izquierda y derecha unidas,
colgaron al presidente que no se sentía enemigo de los ricos, pero sí más amigo
de los pobres.
El camino para la revolución de
1952 estaba bosquejado en un contexto internacional de emergencia de partidos
populistas. El MNR en el poder dictó la nacionalización de minas, la reforma
agraria, el voto universal, la reforma educativa… Irónicamente, el partido que
nacionalizó minas las privatizó años después; la parcelación de las tierras
indígenas provocó la miseria que años después contribuiría a borrar al MNR
definitivamente del mapa político boliviano; y hasta ahora, como vacíos lemas,
se suceden reformas educativas a granel… El voto universal, todavía no puede
consolidar un gobierno que represente a todos.
Las frustraciones del
nacionalismo revolucionario provocaron la insurgencia política originaria,
expresada en el indianismo y el katarismo. Ambos influyeron en el acontecer
nacional, al incluir en la agenda política la discriminación, los derechos
indígenas, el acceso a la determinación política y el sometimiento de la
economía al poder político. El katarismo acuñó conceptos que harían
trayectoria, como el de Colonialismo Interno y el Indianismo en los años 2000
al 2003 fue protagonista de una de las más trascendentales crisis de gobierno
en Bolivia. Ello, aunado a cambios internacionales, pusieron en vigencia el
tema indígena. Así, uno de los sectores políticos más renuentes a tratar esos
temas, la izquierda colonial, se ubicó como abanderada de esos derechos.
Evo
Morales dejó una herencia envenenada
Evo Morales llegó al poder en
esas condiciones. Tuvo 14 años para transformar Bolivia y “descolonizarla”. El
balance es más bien deplorable: Neopopulismo indigenista y demasiado
pachamamismo en contexto de instrumentalización de las organizaciones
indígenas. Como resultado, en octubre y noviembre de 2019 cuando las
movilizaciones citadinas lo obligaron a renunciar, los sectores populares e
indígenas no se movilizaron para defenderlo.
El Estado Plurinacional,
estructurado a partir de 2005, retoma el mamotreto del multiculturalismo
neoliberal, con innegables actualizaciones posmodernas. Folclóriza al sujeto
indígena sin romper con las estructuras del Estado Colonial. El Estado
Boliviano, convertido nominalmente en Plurinacional, mantuvo relaciones
clientelares y prebéndales con la élite dirigente indígena, enlazándolas con la
corrupción, como sucedió con la administración del Fondo Indígena. No creó
instituciones para transformar al Estado Colonial y romper las relaciones
heredadas de la República.
El MAS dejó una herencia
envenenada. Años de explotar el tema indígena, de usarlo como espantajo para
atemorizar a oponentes, concluyó en una Bolivia más escindida que antes. El
gobierno que lo reemplazó, llamado de transición, no pudo rearmar y reconciliar
Bolivia; componer, en los límites de su mandato, sus fracturas profundas. Por
ello, fue sólo el reemplazo de una anomalía por un absurdo: Se erigió como la
revancha simbólica — impregnada además de corrupción en su aparato
administrativo, de ineficiencia en el gobierno, de bajeza al querer utilizar el
mandato transitorio como trampolín para prolongar su poder por cualquier vía y
de inopia en la gestión de este periodo de pandemia— de una casta antes
desposeída, al desfogar su animadversión por todo lo indígena y popular.
Esa insolvencia saturó la
paciencia popular, haciendo eclosionar tensiones solapadas hasta entonces.
Vivimos ahora momentos de extrema tensión, próximas a una guerra civil. Si de
alguna manera se logra sobrellevar este momento, mientras no se solucionen las
razones profundas que la motivan no tendremos nunca una sociedad viable, una
nación para todos.
Revanchismo
de Añez: La irracionalidad del otro que afecta al “nosotros”
Esas contradicciones
irresueltas generan ira y desesperación en los sectores movilizados. En el
cabildo de 28 de julio las múltiples formas organizativas —juntas vecinales,
sindicatos, ayllus, sectoriales, etc.— asumen la decisión, desde abajo, de
exigir la renuncia de Añez, más allá de la voluntad del MAS o de cualquier otro
partido.
En la raíz de esa decisión, la
ausencia de políticas de Estado ante la emergencia sanitaria y la discriminación
secular de sectores indígenas. Han sido catalizadores, el pisoteo de la
whipala, el racismo mediático, la criminalización de líderes campesinos e
indígenas, y el abandono a familias humildes, que no cuentan con medios para
afrontar la crisis sanitaria.
El gobierno de Yeanine Añez se
ha negado rotundamente a dialogar con los “salvajes”, las “bestias humanas”,
como los ha llamado el presidente del Comité Pro Santa Cruz, Rómulo Calvo. Esta
marca racista del gobierno de Añez ha generado el conflicto y es traba para un
diálogo con quiénes realmente protagonizan las movilizaciones. Ha culpado al
MAS de ser responsable de las movilizaciones, pero conversa solo con él, cuando
es claro que el control de ese partido sobre indígenas y pueblo es más imagen creada
que realidad concreta.
En este panorama algunos
grupos, al interior de las movilizaciones, se refugian en un etnonacionalismo,
posición insuficiente para la construcción de un proyecto político de país y
que es sólo reacción espontánea al racismo promovido desde el gobierno en los
últimos meses. Debemos recalcar que se trata de construir Nación, y esta no
puede ser hecha sobre bases étnicas, sino como proyecto político común e
innovador.
¿Hacia
dónde vamos?
Lo adecuado es asumir posición
sobre las causas profundas de este malestar y obrar para solucionarlo. Desde su
constitución Bolivia vive un estado larvado de guerra civil. A lo largo de
nuestra historia los momentos de crisis que conocemos son episodios,
escaramuzas, de esa guerra. Si no lo solucionamos corremos el riesgo de
desaparecer. Peor aún, de prolongar una vida de Estado ficticio, de Nación
inexistente: Sobrevivir, recelosos, llenos de malicia y desconfianza entre
nosotros y —en contraparte— apocados y sumisos con el mundo externo.
Contribuyamos a que este
momento no concluya en una guerra fratricida. Pero, sobre todo, constituyámonos
en fuerzas de nuevo pensamiento y de nueva acción para cambiar el rumbo del
acontecer político en Bolivia. Todas las fuerzas políticas, todas las
aproximaciones ideológicas, han fracasado. Urge instaurar nuevas.
Es urgente constituir una
verdadera Nación. “Integrar” al “indio” a la vida nacional, como se decía
antes, es una falacia. ¡Nada se puede integrar a lo que todavía no existe! Otra
ilusión es el desvarío plurinacional. La construcción nacional es lograr un
hogar común en base a principios compartidos, no la legitimación de proyectos
ficticios. Planteamos la necesidad de una Nueva Identidad Nacional, con la
misma dignidad para todos sus integrantes, en la que la preeminencia no dependa
de la cualidad “intrínseca” de algún grupo, sino de la disposición, capacidad y
aptitud de cualquiera de sus miembros, establecida de acuerdo al bien común.
Es necesario constituir un
verdadero Estado con articulación orgánica y federal como lo fueron las
sociedades prehispánicas, que es simplemente la administración de esa Nación.
Si no existe nación, es lógico que la administración sea solo continuación de
los desvaríos coloniales heredados. Entendamos la descolonización de esta
manera: la depuración institucional de vicios y taras heredadas de la Colonia.
Ello conduce a una necesaria modernización.
Se ha querido violentar la
identidad indígena como encerrada en un pasado y renuente a los logros
contemporáneos. La modernidad es necesaria, si esta es adecuada a nuestra
realidad y a necesidades. Debe ser entendida no solamente como logros
institucionales y materiales, sino como conjunto de valores necesarios a ser
implementados en nuestra sociedad.
Un Estado funcional, una Nación
integrada necesita modelos sociales y económicos que puedan favorecer la
expresión de sus potencialidades. No podemos concebir una sociedad
contemporánea sin que esta sea funcional en el contexto coetáneo. ¿Por qué
encandilarnos por modelos ajenos, teniendo a nuestra disposición recursos
propios? Nuestras sociedades originarias supieron armonizar la necesidad de
transformación material con el adecuado respeto de los recursos naturales.
Supieron respetar la prosperidad individual, en el marco del bien común y del
equilibrio comunitario. Las disparidades biológicas, entre hombre y mujer,
fueron recursos para el equilibrio en las diferencias, y no pretexto para la
dominación del uno sobre el otro. Estos y otros principios se expresaron en
modelos institucionales, sociales y económicos, que están vigentes en las
comunidades y en las ciudades con población migrante de áreas rurales, a la
espera de que se les reconozca su legitimidad y su adecuación a condiciones
materiales actuales para probar su grado de validez y eficacia, no solo para
estas poblaciones, sino como aporte para el conjunto de todos los bolivianos.
Evidentemente, un nuevo diseño
de país necesita explayar el modelo administrativo que necesitamos. El
centralismo republicano fue arbitrio de una casta que quiso gobernar el país a
expensas de otros. El plurinacionalismo, una inspiración foránea que solo
encontró indolencia entre quienes deberían haber sido sus más entusiastas
receptores: los pueblos indígenas. De ahí el fracaso de las autonomías indígenas,
sobre todo en el área occidental del país. Es necesario reformular esa
propuesta e inscribirla en una de mayor amplitud: una alternativa Federal para
Bolivia, basada no en criterios étnicos, ni geográficos, sino de unidades
geopolíticas y económicas.
Salvar estos momentos duros,
implica no solamente evitar enfrentamientos sin resolver las causas profundas
que las motivan. Invitamos a cuestionar conceptos profundamente arraigados,
para condición para inaugurar nuevas perspectivas de Unidad y progreso común.
Convocamos a desarrollar una auténtica y fuerte Voluntad de Patria.
Reconduzcamos
nuestro destino histórico
Convirtamos el momento adverso
y conflictivo que vivimos en una oportunidad para reconducir el sendero de
nuestro país. No tenemos por qué repetir los mismos escenarios polarizados. Que
esta encrucijada permita construir una nueva visión de país para lograr una
descolonización real: el ingreso a una Modernidad Adecuada.
Replanteemos la modernidad con
una mirada boliviana, que nos permita interactuar con el mundo contemporáneo
manteniendo nuestra diversa herencia cultural y potencialidades humanas.
Proyectemos el país al futuro, sin enajenar nuestra riqueza natural y cultural.
Desde ya, el ámbito “popular” por voluntad propia se desenvuelve en un mundo
contemporáneo, tejiendo redes económicas y culturales con las potencias del
siglo XXI. Su mentalidad no está enclaustrada en un pasado idílico ni en la
reproducción mecánica de cánones occidentales. Ellos construyen la modernidad
en su cotidianidad, esa ingeniosidad para lograr la sobrevivencia puede llegar
a ser voluntad de jugar un papel en el mundo.
El Estado boliviano debe ser
representativo de la sociedad. Debe posibilitar el desarrollo de las
potencialidades culturales, regionales, productivas y científicas de la
población, reduciendo las inequidades sociales y regionales. Se debe construir
un Estado con desarrollo planificado, en el que
la multipolaridad sea eje central. Son
necesarios los equilibrios regionales. La Modernidad Boliviana debe
consolidar el desarrollo integral, no sólo a nivel urbano, sino también a nivel
periurbano y rural.
Tengamos en cuenta que el
tejido social boliviano se estructura a través de la migración interna y la
movilidad social. La energía “popular” surgida en el área rural se materializa
en las ciudades. La economía, la cultura, las relaciones sociales se hacen más
diversas y permeables. Así también los nexos con el mundo contemporáneos se
hacen más fuertes, sin que implique una ruptura cultural. El boliviano se
adapta al mundo tomando lo utilitario. Bolivia está cambiando, más allá de los
posicionamientos políticos e ideológicos, muchos de ellos anacrónicos, ya que
corresponden a una sociedad estática y simplificada.
La Bolivianidad del siglo XXI
debe trascender las dicotomías polarizantes, es necesario un Pacto Social por
la Bolivianidad. Los sectores “indígenas” y “populares” han demostrado su
voluntad de construir una Bolivianidad enmarcada en la pluralidad, la cual, por
la migración interna, por lazos de parentesco cada vez más amplios y por la
riqueza mejor distribuida constituirán el “ser boliviano”, del cual lo indígena
y popular, por el éxito de su propio esfuerzo, es primicia social e ideológica.
La ciudadanía debe ser atributo
inherente de todos los bolivianos, rebasando ficciones supremacistas,
regionalistas, miradas coloniales y darwinianas sociales. Debemos construir una
ciudadanía basada en la igualdad de oportunidades y posibilidades para todos
los bolivianos, indistintamente de su residencia, género, origen étnico y
posición social. Nadie debe quedarse atrás, todos debemos partir de posiciones
similares en la consecución de nuestras aspiraciones individuales y
comunitarias.
Una “Bolivia Moderna” debe
desligarse de ataduras atávicas que impiden una mirada lúcida hacia el futuro.
Es necesario reformular la mentalidad enclaustrada en el aspecto marítimo que siempre
ha servido para la manipulación por parte de las administraciones anteriores.
Este siglo XXI es necesario estrechar lazos con el Asia y por ello debemos
mirar al Pacífico.
Solo en ese marco de innovación
colectiva tiene sentido cualquier diálogo con el mundo que nos rodea. De otra
manera, las tendencias de pensamiento externos son solo moda para algunas
élites hegemónicas, que por su calidad colonial las desvirtúan y las vuelven
contraproducentes. En ese marco deben ser considerado temas tan importantes
como los derechos de la mujer y la protección del medio ambiente. La
participación de la mujer, de sus conocimientos y sabidurías son elementos
esenciales. Al igual que una correcta comprensión del uso de los recursos
naturales para el bienestar humano y el progreso de nuestra sociedad.
Que este momento difícil se
convierta en oportunidad. Tengamos Voluntad de Patria. Luchemos por la
verdadera descolonización, que es crear Nación y Estado para todos.
Es dado en Chuquiago Marka –
Altupata Marka (El Alto-La Paz), a los 14 días del mes de agosto de 2020.
Firman los miembros de la
Comunidad Pukara
Pedro
Portugal Mollinedo
Moisés
Gutiérrez Rojas
Magalí Vienca Copa Pabón
Guido Jesús Alejo Mamani
Carlos Guillén
Juana
Sirpa Tambo
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