Por: Ivan Apaza Calle
“¿Qué
quieren una originalidad absoluta? No existe. Ni en el arte ni en nada. Todo se
construye sobre lo anterior, y en nada humano es posible encontrar la pureza”
Ernesto
Sabato: El escritor y sus fantasmas
Una de las
preguntas que siempre ha estado rondando durante los últimos años en mi mente,
ha sido si existe una teoría pura sin contaminaciones de otras. Sin embargo
durante esa búsqueda de respuesta, me tope con libros y las propias respuestas
que brotaban del acto de pensar. Bajo la lectura y la reflexión llegué a la
siguiente conclusión: No existe la originalidad pura como tal, pues eso es un interés
convencional cuyo origen es la vanidad, pero por otro lado, producto de la
colonización; consiguientemente, lo que interesa a los individuos es resolver
los problemas que se le presentan; satisfacer esa inquietud demoniaca que tiene
sed de saber.
Últimamente
la intelligentsia servil del Estado fiel a su mansedumbre ha producido una
serie de reflexiones, como la reflexión de Marco Antezana publicado
recientemente en el semanario La época, bajo el pretencioso título “Amautismo”, que trata el mismo tema que
me había causado mucha inquietud, es decir, la originalidad del pensamiento,
solo que el análisis llega a otras conclusiones, porque tiene otro punto de
partida; las cuales examinaremos en este escrito.
Para
analizar el tema, tenemos que observar como primer elemento el fenómeno de la
colonización, ya que, la originalidad del pensamiento o el autoctonismo es
consecuencia de esta pero en tanto que discurso. Veamos por qué.
La victoria
de los españoles sobre los indios, estableció un sistema bajo el cual
interactúan indios y q’aras, pero el sistema colonial tiene no solo la
finalidad de mantener en orden la colonia sino de transformar la mentalidad de
los ocupados, de ahí que en la actualidad el colonizado es el primer patriota
que defiende al Estado colonial. El punto
neurálgico para desestructurar la reflexión del señor Antezana es esto que
explicamos de manera sintética. El susodicho autor afirma que: “…la cultura de Occidente ha ejercido una considerable
influencia en todas las esferas de
la vida diaria, aculturando la mente del originario a sus propios cánones y
perspectivas”[1].
Aquí se plantea que, los autóctonos de la precolonia ya no existen, eso es una
verdad que no podemos negar, asimismo, que las generaciones que emergieron bajo
las estructuras coloniales, no son los mismos que enfrentaron a los primeros
invasores, sino que sufrieron el lavaje cerebral del sistema ocupante.
Consiguientemente, tenemos sujetos enmarcados bajo lógicas impuestas. Como
podemos entender, aquí encontramos al autóctono alineado como producto de la
colonización, desde el cual Antezana
infiere que “los intelectuales autóctonos
fundan sus posiciones reaccionarias, contestatarias, revisionistas, y
revolucionarias en las reflexiones académicas del viejo mundo”.
Visto el
fenómeno de la colonización, es imposible que el intelectual autóctono genere
un “edificio teórico de su pensamiento” como lo hicieron los pre-indios; pues estamos hablando del
indio que tiene otras características; en efecto, repetirá lo que otros ya
dijeron. Sin embargo, el autor se
esfuerza para “crear” las categorías originales
de aprensión de la realidad del autoctonismo a partir del “simbolismo del mundo andino”,
ya que, esto “resulta la fuente más
visible de inspiración ideológica para
plasmar no pocas demandas históricas que puedan reconfigurar una nueva
sociedad… que aquella ideología cuente
con sus propias expresiones de plasmación propositiva y de transformación concreta”.
La esperanza
de reconfigurar una nueva sociedad a partir de la simbología, iconografía de
las naciones autóctonas, es la de un clásico turista en un país colonial que
observa maravillado los elementos de una cultura ajena, pero también de un
colonizador que acepta su condición[2]
(el colonialista) para legitimarse en el poder instrumentando elementos
culturales en potencia de los oprimidos. Aquí se ve que el agente que plantea esto no está
buscando la eliminación de la interacción-q’ara-indio porque es externo a los colonizados, un
exótico que admira y se inspira en esos elementos; en este caso, la simbología,
buscando remediar lo que ha causado a partir de la creatividad artística de los
colonizados.
Habíamos
indicado que las estructuras coloniales produjeron individuos cuya mentalidad
no es pre-india, sino todo lo contrario, consecuentemente, no puede surgir una
originalidad en el constructo teórico ideológico de la forma pre-india sino
mezclada entre esto y aquello, de la complexión existencial en última
instancia. Esto nos conduce a indicar que, las reflexiones sobre el
autoctonismo proviene de un colonialista que como sabe que es un colonizador
piensa solucionar el problema, es decir descolonizar, pero de manera original.
El
pensamiento andino no solo surge mirado e interpretando la simbología, según el
señor Antezana, además las prácticas
cotidianas de los autóctonos es mejor comprendida para los extranjeros. Leamos:
“…se nos
hace evidente comprender el porqué de la cosmovisión andina y su respectiva
antropovisión en lo referente a la
concepción del tiempo, de la complementariedad y de los ciclos multilécticos…,
y para quienes son ajenos a esta cultura les es posible comprender las
diferentes formas de idiosincrasia de la otredad…”
Como se lee,
el indiero de hace siglos, ahora es el indiólogo que estudia y el que mejor
comprende la cotidianidad de los indios. La conciencia del colonizador deviene
en el colonialista, y en el sentido estricto en el colonialista de izquierda
que trata de santificarse haciendo filosofía a través de las practicas de los
oprimidos y de su simbología, para poder saldar lo que debe. Esta realidad
tiene que ver con el acontecer socio-político del país, donde el término
descolonización se ha puesto muy a la moda discurseada por los izquierdistas.
Las ideas no
vienen solas empujadas por algo o traídas por el viento áspero de los Andes,
sino que tienen su propio productor, en este caso el sujeto que las enuncia con
la finalidad de comunicarlas, pero, el sujeto enunciante de las ideas desde el
punto de vista sociológico, tiene una
condición social y política que influye en el contenido y significado de la
idea que enuncia; en el caso del colonialista de izquierda, lo que hace es
aplicar la intensión de la “buena fe” sobre los indios, es decir descolonizar,
pero que en el fondo empeora la situación de estas personas de vida áspera;
Arnault ha señalado que, “descolonizar. ¿Puede ser este término propio de un
hombre de izquierda? Hemos ‘colonizado’ y ahora resulta que ‘descolonizamos’:
en ambos casos la iniciativa corresponde al colonizador. En último análisis la
‘descolonización’ santifica a la ‘colonización’”[3]
y eso es precisamente lo que se hace, cuando partimos para crear el pensamiento
andino a partir del simbolismo, iconografía, de los quehaceres de los
autóctonos o como se dice descolonizar.
Si para el
señor Antezana surge el pensamiento andino a partir de la interpretación de
sujetos ajenos a los autóctonos sobre sus dinámicas sociales y también de su
simbología, entonces, básicamente está señalando que, solo los colonialistas
tienen la atribución para interpretar y hacer “pensamiento andino” y las
naciones autóctonas están relegadas a
ser egidas de los que protagonizan el
“nuevo proceso revolucionario”, así señala Antezana: “el pensamiento andino… cobra vigencia y peso específico en la
trascendencia histórica que protagonizamos
bajo la egida de las culturas originarias”. Aquí los autóctonos
aparecen como meros instrumentos[4],
interpretados y a la par dominados por la casta secular; sin embargo, la
interpretación llega hasta el colmo: en una desfiguración del autóctono concreto;
esto consiste en que, la vivencia andina es una armonía total, donde no existen
las contradicciones en las interacciones sociales, por eso de la garanta de
Antezana sale: “el suma qamaña, entendido
este como aquella armoniosa
complementariedad que divulga el hombre andino”. Pero esto es una falsedad;
si nos ponemos analizar, una verdad a simple vistazo tiene que tener identidad
entre la idea que se menciona y la realidad, pues al momento de constarnos,
esta idea de Antezana sale flotando como falsa. Sea en cualquier parte del
mundo el hombre tiene contradicciones internas y externas, no hay la armonía ni
la complementariedad que pregona el autor de “Amautismo”. ¿Acaso no vemos en los sembradíos al aymara luchar
contra los insectos que asechan el sembradío?,
de esto se puede inferir que, la idealización del indio como producción
del colonialista, pretende subsanar su conciencia de opresor, asimismo,
mantenerlo en el sopor a través de este discurso.
Pasando a
otro punto, el señor Antezana señala con respecto al katarismo, dividiéndolo en
varias clases como es el katarismo radical, revisionista y reformista, como se
puede apreciar, en el artículo no muestra ni menciona fuente alguna de esta
división, ni nombra a sus
representantes; de manera que, recae en una división ambigua. Si observamos, en
la primera división hay una mixtificación. Leamos lo que indica:
“… el katarismo radical de raíz reinaguista,
postula una transformación total desde el etnocentrismo aymara de base simbólico-autoctonista-ancestral”
Ivan Apaza Calle |
El
“katarismo radical de raíz reinaguista” como tal no existe, si hay algo de raíz
teórica de Reinaga es el indianismo,
a partir de esta referencia, Reinaga no está postulando la “transformación total desde el
etnocentrismo aymara”, sino de la categoría indio que implica varias
naciones categorizadas reducidas a esta; someter como postulado del indianismo
al supuesto “etnocentrismo” es negar
sus características fenomenológicas de la cual se fundamenta; ya que el indio
no es una etnia minoritaria que cabe en
la definición de Will Kymlicka sin territorio, ni cultura prístina, sino una
nación con territorio, idioma, cultura, religión, etc. La raíz de Reinaga, no
se basa en el símbolo autóctono ancestral, eso es una invención del autor, en
su vasta producción no existe tal
proposición; Fausto se basa respecto a la teoría del indianismo en el indio
real de su época y no en meras simbologías.
La creación
de un pensamiento sin contaminaciones es imposible. De alguna forma lo externo
influencia en uno; pero además el punto no es ser original o no, sino de lo que
se trata es resolver los problemas sociales que se nos presenta y eso solo lo
haremos con el acto de pensar, reflexionando la realidad y no en meras ideas o
simbología; de esto solo deriva el embauque.
Si hay algo interesante que se aprende de la filosofía y los filósofos
es el acto de pensar, pero no un pensar por pensar, sino en los problemas que
cada individuo tiene íntimamente no resuelto, pues, de algún modo el individuo
pertenece a un medio social, consiguientemente, está buscando solución a partir
de lo particular; sin embargo esto, aun no es todavía un pensamiento, sino una
crítica que busca ingresar a la solución de problemas.
[1] ANTEZANA Marco, “Amautismo”,
en La época, núm. 732, del 31 de
julio al 6 de agosto de 2016, p. 3. Todas las citas respecto al autor
pertenecen a esta fuente.
[2] MEMMI Albert, “Retrato del
colonizado precedido por el retrato del colonizador”, Argentina: Ediciones
de la Flor, 1969, p. 65.
[3] ARNAULT Jacques, “Historia del
colonialismo”, Argentina: Futuro, 1960, p.,10
[4] Sobre la
instrumentalización al autóctono y su vivencia del colonialista véase: APAZA
Calle Iván y CHAMBI Mayta Roger Adan, “El indio y sus fantasmas”, http://es.slideshare.net/rogeradanchambimayta/el-indio-y-sus-fantasmas
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