Por: Ivan Apaza-Calle
Le
habían dado por muerto político; otros queriendo sobreponerse le acusaron de
fracasado, y fue soportando varias calumnias de los descendientes de Pizarro y
Almagro; hasta ahí todo parecía venirse contra el Mallku que daba vuelos
majestuosos en el escenario político el 2000-2003.
En
aquellos años, el mundo del espectáculo
político, “orangutanes” mostrando malabares al estilo de otros extra
continentales, hacían de políticos. Los espectadores de la pantalla chica,
observaban absortos los malabarismos de éstos, a veces entretenidos, pero no se
daban cuenta, que a su alrededor hermanos y parientes suyos se encontraban,
aquí y allá enfrentados los unos frente a los otros. Los diarios cada mañana
estrenaban sus titulares a nuevos baleados y ensangrentados; charcos de sangre
llegaban a los ríos, pues, así como en 1781, aymaras y qhiswas habían decidido “morir matando”. Era
el horror del siglo.
De
esto se sabía por demás. La generación de esas épocas se despedían, narrando
cuantas veces a la nueva generación en los almuerzos, en el trabajo o cuando los recuerdos dictaban a la lengua: la
condición por la que habían sido masacrados. Pero nadie se atrevía alzar la voz
para causar rebeliones ni encausar la rebelión contra el amo de los siglos. El
miedo rondaba por la piel de gallina, sus cuerpos se estremecían por las imaginaciones. Habían perdido antes
de batallar.
Pero,
ese cóndor que tenía todas las de ser olvidado, resurgía, y a pesar de recibir
amenazas de muerte, de soportar palabras duras de los maniatados, es uno de los
valientes que tiene la verdad para romper ese enmudecimiento político; no es
que sea un simple atrevido que encara al
rostro déspota, conoce muy bien a los caudillos letrados y al caudillo mandón,
sabe quiénes son sus enemigos, conoce su terreno, cuando guerrea se siente como el cóndor en el
cielo andino.
Todos
mascullaban que jamás regresaría ni se les pasaba por la mente que volverían a
ver los vuelos majestuosos en el escenario político, aun, después de tantas
mentiras que fueron tomadas como verdades. Muchos pensaban, por los años de
vida que llevaba, además por el hijo escribidor que fue asesinado por escribir
contra el mandarín y una compañera de
vida, que ya no existía en el terreno físico. Aparentemente no había las
esperanzas para que vuelva. Pero NO. Se han equivocado. Él estaba vivo y podía
volver cualquier momento, así como hoy dirigiendo un bloqueo digno de los
aymaras.
El
corajudo odiado por los q’aras, hacia brotar de su boca palabras e ideas de
fuego, que incendiaba las mentiras pronunciadas por el rostro caucásico
provocando ensoñaciones en la indiada. Algunos mandarines pretendían apagar el
incendio dando emboscadas discursivas, queriendo pasarse de listos, salieron
derrotados, ya que, éste era maestro de esas artes.
La
bronca crecía y crecía contra el Mallku,
ayer fue por los pelados de la historia,
por esos falsos chauvinistas de una patria que no existe y hoy se repite
ese odio acérrimo contra el cobrizo. ¿Y qué esperábamos? , ¿Qué sea elogiado?,
no, no, mil veces no; no se puede esperar eso ni en los sueños. Pero ¡esperen!,
no concluyamos, están pensando sepultarlo, son los sepultureros del rebelde,
seguro inventarán algo: una calumnia, no tienen otra salida, ya lo hicieron sus
pares, es de esperarse. No quieren pasar
el temor y temblor que les provoca al recibir las palabras que quitan el ropaje
con el que se encubren, va contra sus intereses, así planean susurrando, solo
les ocurre repetir lo que sus amos le dictan, era obvio, son maniquíes que se
exhiben, están como floreros y como tales solo son engranajes de esa máquina
que llaman Estado.
FELIPE QUISPE, EL MALLKU |
A
ustedes que no son los floreros, les pasa otra cosa, experimentan frialdad al
escuchar la voz libertaria. Y es verdad,
que las verdades que nos echa en el rostro son como el agua fría, que no queremos sentir
estando dormitados. Es la costumbre de la que no queremos liberarnos. No
queremos saber la terrible verdad. Entonces no es él el problema, sino nosotros
que tenemos esa voluntad servil de seguir como estamos: indios.
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