Por Sergio Richard Romero Nina, Ayllu chullpa- Norte de Potosí
Me preguntaron ¿por qué recibimos al sol con
tanta alegría en pleno invierno?
Pienso que quizás el día donde el sol se
encuentra en el punto más alejado de nuestro hemisferio, de nuestro habitad y
existencia, cuando sentimos su gran ausencia, sin su luz, ni su calor. Entonces
valoramos más la existencia del Tata Inti (que es un ser ancestral que estaba
más antes que nuestra madre tierra, que la vida, que la humanidad, llegando a
ser nuestro abuelo sol). El invierno es cuando habitamos más el frio, sentimos
más la oscuridad.
Las celebraciones del 21 de junio, en el lado
sur de nuestro planeta, son para evocar la esperanza de vida. Después de tanto
frio, tanta oscuridad, agradecemos el retorno de nuestro sol.
El amanecer es la manifestación del regreso
de la luz.
Ahora más que nunca es necesario que esta
celebración recobre fuerza, porque buscamos el regreso del abuelo sol a
nuestras vidas a nuestros pueblos. Sentimos que después de más de 500 años de
oscuridad, ya es tiempo que el sol nos acompañe, para llenarnos de energía
vital, por eso, levantamos las manos para conectarnos, tomar luz, tomar fuerza,
aunque inicie el invierno, un tiempo donde la noche es más larga y el día es
más corto y frío.
Buscamos caminar hacia la liberación, conquistar
la autodeterminación, la recuperación de nuestros modelos de vida, de nuestro
ayllu, y queremos hacerlo acompañados de nuestro abuelo sol.
Ahora, en este tiempo llamado 2020 es cuando
pareciera que nuestros pueblos están sumergidos en la oscuridad, con un
desorden* que nos llevó al encierro,
confinamiento y al padecimiento, muerte
de nuestras y nuestros seres más queridos, la tristeza nos invadió y aún no
vemos llegar el amanecer.
El solsticio de invierno es un momento
especial para juntarnos en familia, en comunidad, encender las fogatas y esperar
al sol con ritos y ofrendas, para recibirlo con las manos al cielo esperando la
conexión para tener más fuerza y calor.
Este desorden nos ha distanciado no solo
entre los seres humanos si no de nuestras raíces, cayendo en la negación y
desprecio de nuestro modelo de vida, de nuestra espiritualidad y nuestra
ritualidad
Ahora podemos encender la luz en nuestros
corazones, escuchar y hablar con el corazón abierto, para alumbrar a
nuestra existencia y la de nuestras familias.
Los valores comunitarios son esas fogatas que
alumbraran esta larga noche de invierno y muerte. Debemos mantenernos fuertes y
unidos hasta que regrese nuevamente la luz, empezando a tomar acciones para
cambiar el destino de nuestras vidas.
Debemos dirigir no sólo nuestras manos, si no
toda nuestra atención a nuestras abuelas y nuestros abuelos, que por su gran
sabiduría podrán darnos ese calor que necesitamos para caminar en este duelo
frío e intenso. Su sabiduría, su conocimiento y su amor serán esa compañía y ese
consuelo en este tiempo de oscuridad, en este tiempo de enfermedad.
Que nuestros corazones sean la chispa,
nuestros pueblos las fogatas y nuestras abuelas y nuestros abuelos las guías
para sobrellevar la pandemia.
*Sinónimos de desorden: enfermedad, desgobierno, alteración, abandono
Foto: Alia Akzana Fernández |
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