Por: Iván Apaza-Calle
“No les enseñéis
a estos muchachos y muchachas otra cosa que realidades. En la vida sólo son
necesarias las realidades. No planteéis
otra cosa y arrancad de raíz todo lo demás”
(Charles Dickens: Tiempos difíciles)
Me llegó la obra “Amargos años de un estudiante” de Jaime Aduana Quintana, gracias
un humilde amigo, con quien compartí mis mejores años mozos, con él conocí el
esfuerzo que uno debería dar a los estudios aun cuando las cosas se ponían
difíciles, quizá conoció mis adversidades; tal vez esa fue la causa para
recomendarme ese pequeño libro de gran valor para mi durante aquella época. Luego
con el pasar de los años, esa idea de esfuerzo se había robustecido en mí a
partir de la experiencia de otros, fui experimentando además la idea de Borges
que el sufrimiento era una ventaja para un escritor, o en otros términos, las
circunstancias de la vida tenían que ser provechosas para cualquiera, sea estas
negativas o positivas como mas tarde aprendí de Nietzsche. Pero más allá de
estas ideas, seguí los concejos de aquel amigo, sumergiéndome contra viento y
marea en mis lecturas y fue en ese transcurso donde cuenta me di, que, en los
amargos años de aquel estudiante llamado Teodoro, existía una mansedumbre, un
refugio estéril frente a la realidad; estaba identificado con el personaje,
pero en tanto a su esfuerzo por el método progresivo, pero ya no cuando se
refugiaba en la religión teniendo esperanza de cambio en lo sobrenatural; pues
en mi caso, esa realidad a pesar de ser áspera y agria puede ser
transformada.
Jaime Aduana Quintana orureño de cepa, cuyo
cuento “Amargos años de un estudiante”
ficción basado en la realidad, ha calado hondamente en la literatura nacional;
por no decir, que este librito grandioso fue pirateado muchas veces, lo cual
refleja dentro de nuestra sociedad enemiga de libros, de la lectura en efecto,
que un autor pirateado es un autor leído, así ha sucedido con la obra del señor
Aduana.
El cuento narra la historia de Teodoro, de
una familia humilde, de padres mineros, quienes a pesar de las condiciones de
explotación capitalista, continúan soñando cumplir anhelos, que la misma
realidad es incapaz de destruir; es
decir, la familia de Teodoro está sumida en un sistema existencial, que
pretende negarlos como individuos, hasta
convertirlo en el lumpen indio sin
conciencia de su condición de vida ni mucho menos de oprimido; como se puede
ver aquí surge una interrogante ¿Cómo la familia de Teodoro que refleja una
condición social puede aún anhelar?, una
cosa es no tener conciencia de lo que se vive y otra cosa es soñar con llegar a
ser algo, ¿pero acaso ese llegar a algo no es una conciencia de la condición de
explotación que están viviendo Teodoro y su familia? No necesariamente, una
cosa es tener conciencia en sí, de sí y para sí, y otra actuar personalmente y
cumplir los sueños a “zarpazos y dentellazos”, pero eso no meramente nos
conduce a una libertad como tal. Aduana, en el cuento pone sus personajes con potencia
de lucha, “Teodoro es un activista político en la universidad”; tienen los
personajes esas ganas y fuerzas de salir de la opresión, en otras palabras, esa
construcción personal, la de efectivizar los sueños personales se ejecuta
quiérase o no bajo la externalidad. Los individuos, actúan sobre un sistema
social heredado y tienen que jugarse bajo sus estructuras, aun cuando estas
siempre niegan esos sueños personales, alejándolo cada día más y más. Sin embargo, hay que tener en cuenta que, si
hay una externalidad que influye en la interacción de Teodoro, lo que sucede es
que el personaje del cuento, cumple su sueño bajo influjo del sistema colonial,
por tanto condicionada. Si hay influjo en los momentos de complexión de un
individuo, estas son bajo tipos ideales, y en el mundo colonial el tipo ideal
de persona es el blanco; los colonizados a menudo, actúan bajo las directrices
del colono, pero esta no es recta, sino que también en ocasiones se torna en
odio, consecuentemente, el colonizado es efecto, de dos cosas una la del odio y
otra la de ser como es el Otro. Entre lo que quiere parecer negándose y lo que
niega a través del odio es en esta ultima donde llega la chispa de la
conciencia de sí.
Por otro lado. En este caso particular, en
el cuento, los personajes, se mueven en una sociedad que ha tenido un pasado
colonial pero que no está superado; Teodoro cuenta que “los hijos de los
empleados siempre nos insultaban: ¿Estos trapientos, saldrán profesionales?,
¡Si solo sirven para trabajos duros de animales!” (ADUANA, 2004: 17) Si nos
damos cuenta, la producción literaria del señor Jaime, surge a raíz de
inquietudes que él está observando o experimentando bajo una sociedad y esa
sociedad es la boliviana, donde años atrás a la producción de “Amargos años de un estudiante” hubo esas
vivencias, donde los de piel blanca tenían ese privilegio de pasearse en la
plaza Murillo y los de cuero de bronce eran prohibidos de pisar ese suelo
metropolitano.
Teodoro sigue mostrando esa realidad:
“Siempre nos colocaban en segundo plano, el día de la graduación nos colocaron a la cola por estar mal vestidos y por tener la piel
oscura la mayoría ¡como si la piel fuese
lo mejor!” (Ibíd. 17). Lo que se muestra concluyentemente, es que la sociedad
no superó la condición colonial, aquí
entiéndase por superar la destrucción de sistema colonial. De ahí que las
pieles blancas en un país colonial están en primera fila y la piel cobriza y la
mano encallecida en segundo plano. Pero,
Teodoro no es consciente, de esa realidad, pues cuando exclama: ¡como si la
piel fuese lo mejor! Podemos deducir
que, no entiende que en el mundo colonial la preponderancia y legitimidad del
color de la piel es justificativo del sometimiento: La piel morena adquiere
forma negativa, y la piel blanca posee una forma positiva, el primero es lo feo
y el segundo lo bonito lo bello, lo sublime; el pensamiento de Teodoro, es
protesta de ese momento, rechazo a esa realidad que experimenta, sin ponerle
solución.
Otro de los espacios donde Teodoro
experimenta el racismo de esa sociedad colonial y colonialista, es en las fiestas
universitarias donde asiste, cuando poco tiempo después será un medico; ¿acaso
la impresión que se lleva Teodoro sobre las murmuraciones de sus compañeros
universitarios no refleja esa mentalidad colonialista? Leamos:
“-¿Qué se habrá creído, Teodoro? Ese
indiominero, ni estando locas bailaríamos con ese trapiento-”
“-¿Quién le habrá invitado a ese mugroso?,
¡que lo saquen!”
“-¡oh!, ¡el indiominero está de traje!”
(Ibíd. 78)
Como se observa, el contexto donde se
encuentra Teodoro, es un espacio donde los denominados indios son ilegítimos;
el orden colonial marca territorios y espacios donde se sitúa las castas, en
cuanto el colonizado irrumpe estos espacios a los colonizadores se les eriza la
piel, entendiendo que hay una invasión del Otro. El rechazo y los calificativos
que recibe el personaje, es un claro ejemplo de la diferencia establecida a lo
largo de la historia. La primera experiencia puede consternar al colonizado a Teodoro
en efecto, pero antes de esta experiencia, no había tal imaginación; para aquel
que no entiende ese fenómeno en el mundo colonial no hay un a priori que le
permita evadir y tomar opciones para no sufrir ese rechazo. El “indio minero” se
da cuenta en este punto final de que algo pasa y no cuadran las cosas, percibe
y siente pero no clasifica ni ordena esos fenómenos por tanto no entiende en
términos de Kant; consecuentemente sufre, hay un resentimiento en él, es
infeliz en esa fiesta, el desagrado esta por todas partes; cómo podría ser todo
lo contrario si hay una espina que no le deja en paz, porque, “la vida más
agradable sólo se alcanza no sabiendo
absolutamente nada”(ROTTERDAM, 1995: 26) y este no es el caso de Teodoro, el
sabe que hay algo, pero no le da nombre.
La reacción de Teodoro ante esta
experiencia colonial es el refugio en lo sobrenatural, esa conmoción queda en
la religión, descansa ahí. Pero en la realidad-real esto no tiene efectos de
liberación, porque esas actitudes de sus compañeros no cambian por el hecho
religioso, sino que en cuanto no se rebela Teodoro, esa condición se mantiene
intacta; Pero ¿cómo podríamos, esperar, eso de Teodoro? Si no comprende cómo
funciona el mundo colonial y aun cuando se rebelara seria una rebelión personal
e iría directamente al suicidio. Este no-entendimiento es el que conduce a los
colonizados a buscar otras salidas que en el fondo es la mantención del orden
establecido. Pero, ese refugio al que acude el colonizado en este caso a la
religión: ¡Dios perdona a estos
pecadores!, ¡Todos somos iguales ante Dios!, viene como un calmante a los
efectos del rechazo. Por tanto, la diferenciación continúa; de lo que se trata para
los colonos es no alterar ni eliminar esa constante colonial, ya que si hubiese
igualdad, no existiría el complejo de inferioridad. Para mantenerse en el Poder
la casta secular, tiene que diferenciarse como casta y bajo esta direccionar culturalmente,
socialmente, políticamente a las otras castas, por eso estas no pueden ingresar
a esa elite directora porque sería una mancha des-legitimadora.
Bibliografía:
ADUANA Quintana Jaime, “Amargos años de un estudiante”, Bolivia: KIPUS, 2004.
DICKENS Charles, “Tiempos difíciles”, Colombia: Oveja negra, s/a.
ROTTERDAM Erasmo, “Elogio de la locura”, Colombia: Panamericana, 1995.
Comentarios