ACHACACHI VERSUS COMUNIDADES

Por: Yolanda Mamani Mamani

Como originaria de la provincia Omasuyos, me siento convocada a decir lo que pienso sobre el conflicto de su capital, Achacachi. Esta población ya no es la misma desde el 15 de febrero de 2017. Ese día, el alcalde Édgar Ramos convocó a una reunión a los dirigentes de Achacachi para, supuestamente, rendirles las cuentas que exigían. Pero también llamó a los dirigentes de algunas comunidades, a sus aliados, con la consigna de defender la gestión municipal. Y estalló el conflicto.

Ahora, la gente de base, la que no participó del enfrentamiento, está sufriendo las consecuencias de las acciones del alcalde Édgar Ramos. Las wawas de Achacachi lloran al escuchar petardos o cualquier otro ruido fuerte, y les temen a las y los comunarios. Éstos, que llevan sus productos agrícolas a las ferias, son acusados de saqueadores, de ladrones, de salvajes. Mientras que los habitantes de las comunidades piensan que afloró nomás todo el racismo que hay en Achacachi.

En las comunidades como Santa María Grande y Chico, Kapara, Yacachi, Frasquia, no hay obra alguna de la municipalidad. Hace más de cuatro años, el Gobierno central entregó a las comunidades algunas ovejas caranegra con recursos del Fondo Indígena. En mi comunidad, mi mamá dice que al recibir esas ovejas parece que hubieran vendido el alma al Gobierno, porque cuando los dirigentes del MAS los convocan a defender su proceso de cambio o al Alcalde corrupto tienen que estar sí o sí o pagar una multa de Bs 50.

En las comunidades casi no lo conocían al Alcalde, pero ahora, sí. Mientras las y los achacacheños bloqueaban la carretera, Édgar Ramos hizo un recorrido para ofrecerles obras, como la construcción de un puente entre Kapara, Santa María Grande y Chico. Pero también aprovechó para acusar a los y las achacacheñas de estar financiados por Estados Unidos.
Hoy, gracias a Édgar Ramos, en Achacachi reinan el resentimiento y la susceptibilidad. Los y las agricultoras van poco a la feria de Achacachi y lo hacen caminando, porque los dirigentes de los Ponchos Rojos prohibieron la entrada del transporte a esa localidad y montaron una feria en Warisata. Así pretenden sabotear económicamente al pueblo de Achacachi, pero al mismo tiempo perjudican a las y los comunarios.

Mi mamá, como muchas agricultoras, tiene sus caseras en Achacachi para venderles sus productos agrícolas; por lo tanto, se ve obligada a ir y volver a la feria a pie. Ahí siente el mal ambiente que se vive en Achacachi, no solo de tristeza por sus detenidos, sino la desconfianza que percibe hacia ella, por eso ya no vende como antes y eso afecta sus ingresos.

El Gobierno central divide a las organizaciones sociales en las ciudades y crea organizaciones “paralelas” para luego decir que es un problema interno. Ahora divide también a las poblaciones rurales e incentiva actitudes racistas y discriminadoras. Parece que no le importa generar odio y peleas. 


Como omasuyeña pregunto, ¿cómo hará el Gobierno para conciliar a estas poblaciones? ¿Cuánto tiempo tendrá que pasar para que la población vuelva a interactuar en la feria y se vean las caras otra vez sin resentimiento? ¿O, definitivamente, al Gobierno central no le importa la relación entre la gente del pueblo y de las comunidades?

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