Iván
Apaza-Calle
¡Fanatismo! ¡Ceguera! ¡Odio! ¡Confusión! ¡Miedo! ¡Gases
lacrimógenos! ... Eso es lo que se ve, lo que se siente, lo que se escucha y lo
que llega a cada olfato.
El país está polarizado, señoras y señores, por ello ha
salido a flote el racismo. Indios por aquí indios por allá, los indios pagando
los platos rotos del mesismo y el evismo. ¿Y qué de los que dirigen?, no les
interesa, para eso están los cipayos de ambos bandos, para provocar griteríos y
plasmar su fanatismo. Unos chicoteando, los otros tomándose selfies y con el
bad de beisbol en la mano, listos y prestos
para golpear a quienes consideran inferiores. Esa
es la realidad.
¿Carlos Mesa o Evo Morales? Ninguno de ellos. Ni el uno ni
el otro; pertenecen a la vieja casta política que hoy por hoy está en crisis y
que con los nuevos acontecimientos están cerrando el último ciclo de su
generación decadente.
Hemos visto de cerca, cómo el primero masacraba en los
conflictos sociales en el 2003 desde el Palacio de Gobierno, y cómo a los cobrizos
nos hacía la vida imposible en todas partes. Durante su gobierno se ha visto
charcos de sangre, y el muy carnicero se ha bañado con la sangre de grandiosas
personas que defendían los recursos naturales. Y sí, creo que algunos hemos
olvidado aquello sumándonos a las protestas contra el evismo, por sus consignas
y por la bronca hacía la corrupción. Y el evismo,
que en un tiempo traía esperanzas de igualdad civil,
ha reproducido las mismas lógicas diferencialistas e instrumentalistas
de los anteriores gobiernos, mitificando “el mundo indígena” y sobrevalorándolo
hasta las nubes. Resultado: racismo positivo, paternalismo, pachamamismo. Y sí…,
el evismo también se ha bañado con la sangre de muchos;
asimismo, se ha hundido en escándalos de corrupción y manipulación de la
justicia; pero, sobre todo, nos ha mostrado con el fraude la dictadura en
ciernes y con esta, a la sociedad
totalitaria.
Mesa y Morales, pertenecen a esa clase de viejos
políticos a los que (mientras crecíamos) observábamos y escuchábamos en la
pantalla chica; pero ambos, pese a quien pese, están jugando al mismo juego de
hace décadas: la división entre cambas y kollas, el odio, el fanatismo, el
racismo y…
Eso es lo que hay… A veces caemos ciegamente en ese juego
fanático, satisfaciendo a nuestro ego, a
nuestro grupo; pero en verdad, solo satisfacemos
a los intereses de estos viejos políticos, a sus eslóganes y a sus panfletos,
sin darnos cuenta que, de aquí a algunos años adelante, los que aparentemente pelean
hoy, estarán dándose el apretón de manos. Será así.
Hay un giro de protestas en las calles de las ciudades,
aquellos que ayer eran los espectadores, que
se horrorizaron y condenaron las movilizaciones de la indiada, hoy han salido a
protestar. Estos cuellitos blancos recorren la ciudad y aquellos que daban
dinamitazos, de manos encallecidas, de sacos descoloridos y de rostros de
sufrimiento, son los espectadores, están ahí
mirando la pantalla chica en silencio, siempre en el silencio monolítico.
Todo este tiempo, los bautizados de “indígenas” han
servido como instrumento en el evismo y en el mesismo, así quispes contra huancas
hacían payasadas jugando al duelo de chicotes, y en las tierras bajas los
campesinos estaban en el silencio monacal, silencio que fue aprovechado por el
buen samaritano y salvador del medio ambiente; esos ecologistas jugaban también
en ese mismo juego tratando de subsanar el llamado de su conciencia consumista.
Pero ¿qué de los demás? Silenciados e instrumentalizados.
¿Victimismo? ¡No! Así son las cosas…, así se ve a la
señora de pollera que observa atenta la marcha, y rápidamente las miradas de
los protestantes están hacia ella. No es masista pero las miradas la acusan de
masista. Lo aymara, lo quechua… lo autóctono se ha convertido en sinónimo de
masista. Y mil veces no. No es eso. El MAS en el gobierno ha llevado como
instrumento todo los elementos-culturales-en-potencia de varias naciones a su
servicio, esos silenciados por el caudillo bárbaro no gobernaron jamás, sino un
majito de blanco-mestizos poniendo a un indio como símbolo, han hecho creer que
gobernaban y que estaban en el Poder.
Y el silencio de los demás, de aquellos que observan todo
lo que está aconteciendo en el país colonial, se debe a que no se sienten
identificados con las protestas cargadas de actitudes racistas ni con el
gobierno, por eso no salen a protestar, están ahí, esperando a su verdadero
mesías y no es Evo Morales ni Carlos Mesa.
El Alto, fin de octubre de
2019
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