LA CRISIS POLÍTICA Y LA REVUELTA AYMARA


Iván Apaza-Calle
1781, 13 de marzo. La ciudad de La Paz aparece cercada con más de 40.000 indios, es una lucha del campo contra la ciudad, mueren muchos indios batallando hasta llegar a la consigna de morir matando; los enemigos admiran el valor y heroicidad de los tupakataristas. El comandante pacificador del ejército español Sebastián Segurola ese día anota en su diario “… Se atacó el cerro, y aunque nos vimos sobre su cima por tres veces, otras tantas nos desalojaron de él los indios…, dimos fin de mas de 50 rebeldes que en él habia, habiéndose notado en los enemigos un espíritu y pertinacia tan horrible, que desde luego pudiera servir de ejemplo á la nación más valiente; porque no obstante estar atravesados de balazos, los unos sentados y los otros tendidos, aun se defendían y nos ofendían tirándonos muchas piedras”.
2000-2003, las cosas no han cambiado, el mismo espacio geográfico donde estaban asentados los campamentos del ejército de Katari y Sisa, ahora está habitado de migrantes aymara-quechuas. Los repertorios de lucha, las estrategias de movilización también vuelven a resurgir y los movilizados en cada punto de bloqueo y marcha sienten la pertenencia a una nación que bien está representada por la Wiphala.      
La reindianización a partir del discurso de las Dos Bolivias y el orgullo aymara también es fuerte y ha calado en la población altiplánica, así su líder que daba los majestuosos vuelos sobre el altiplano, levantaba a la nación que vivía con la cabeza agachada por muchas décadas. Así resurgía de la dominación una sociedad que no había sido vencida por los inkas, por los españoles y que la república jamás pudo someterla a su ciudadanía.  
Noviembre de 2019. Ese pueblo ha resurgido nuevamente, las causas son varias, pero la esencia de su movilización radica en contra de la ofensa y del escupitajo que recibió cada uno de sus pobladores con la quema de su símbolo: la Wiphala. La ofensa estaba hecha. Cada quien, con la quema, sentía que estaba siendo quemado y en la medida que tocaba los sentimientos más profundos de su pertenencia imaginaria a la nación, las redes sociales se inundaban de publicaciones en contra de la afrenta.
La quema de la Wiphala no era reciente, no era un hecho de ayer ni de hoy, sino ese odio visceral, el rechazo y la negación a toda la sociedad aymara compacta vienen de siglos atrás, y a quienes llevaban y hacían flamear en momentos de conflicto social, se los castigaba ejemplarmente, unos descuartizados, los otros asesinados, torturados, encarcelados y por supuesto perseguidos y correteados por las calles.    
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Viernes 15 de noviembre de 2019 —Un día antes de esta fecha, en 1781, Tupak Katari era descuartizado horrendamente —Salí a comprar medicamentos para mi sobrina de dos meses, no ha dejado de llorar, cerca de donde vivimos no hay farmacias, ni tampoco chiflerias, y si hay alguna cerca, está cerrada. Recorrí en la bicicleta (que me acompaña varios años) por la carretera a Copacabana hasta la ex tranca de Río Seco, así en cada cruce en el trayecto vecinos y vecinas bloqueaban la vía, no es nuevo para mí, de hecho, entre mi niñez y adolescencia viví entre Achacachi y Warisata y en los años 2000-2003 crecí con esa imagen de bloqueos, de arrestos, de pateaduras, de saqueos, de balaceras y muertes.
Veo en cada punto de bloqueo una capacidad organizativa de los movilizados. ¡Cierto! La generación de la Guerra del agua y gas, no han fallecido, aún siguen con vida y aquellos adolescentes y niños que correteaban y observaban asombrados  a sus padres y madres durante el conflicto contra Sánchez de Lozada, Sánchez Berzain, Carlos Mesa… hoy se han sumado a los puntos de bloqueo y a las marchas.
Veteranos y aprendices otra vez en las calles. Aún no han perdido la ligazón del individuo a su comunidad, está presente ahí, mis amigos y amigas dicen que están obligando a bloquear, y desde un sentido liberal esa opinión es válida, pero me temo que no comprenden el sentido comunitario de hacer las cosas, como en cualquier actividad en una comunidad, participan todos porque el beneficio será para todos, esa es la lógica, ahí descansa la capacidad de movilización de la ciudad de El Alto. Son migrantes y hay aún en sus prácticas el sentido rural de hacer las cosas, por consiguiente, las estructuras de movilización en El Alto son muy diferentes a los movimientos del 21-F.  
A mí vuelta por la carretera oscura, aún siguen los puntos de bloqueo, ahora arden las fogatas; mucha gente, mujeres y varones, niñas y niños caminan de regreso con la Wiphala en mano. En cada punto de bloqueo paro a modo de descansar y escucho lo que se habla; la gente está aglomerada escuchando la radio, debaten, reflexionan sobre la situación del país y toman decisiones. En cada punto de bloqueo salta el tema de la quema de la Wiphala, cada uno siente como si hubiese sido quemado, cada quien siente y piensa que ver a una mujer de pollera siendo discriminada él es uno o una de ellas. Han herido el orgullo aymara…, con la quema han metido el dedo en la llaga, por eso no importa sus disculpas. No la quieren.  
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La crisis política actual ha develado muchas cosas, ha develado cuán frágil es nuestra sociedad, ha develado la pugna de castas sociales, eso que en el año 2000 era de moda: las Dos Bolivias. Así como los momentos constitutivos de la historia boliviana, las crisis políticas muestra el problema no resuelto desde la fundación de Bolivia: la colonialidad de las estructuras sociales y por supuesto del Estado y sus instituciones.
A simple vista, la crisis política es resultado de la característica caudillista y autoritaria de los políticos, de lo político y de la política boliviana. En una década el gobierno del MAS ha ido serruchando, anulando a sus propios líderes, lo que demuestra la fragilidad del partido político, de hecho, el caudillo bárbaro y los caudillos ilustrados se han acostumbrado a manejar a sus militantes como a un rebaño como en los tiempos de Belzu y Melgarejo, pero lo más triste, han anulado la capacidad dirigencial de las diferentes organizaciones sociales a las que supuestamente representaba, por eso hoy, la movilización de los alteños se ve sin cabeza, sin líderes que orienten los sentimientos, las demandas de sus bases. El bloque dirigencial de varios sectores que aglutinaba las movilizaciones del 2003 ahora está ausente.
Por otro lado, la derecha que hoy se siente heroica, también ha repetido lo que el MAS ha hecho con sus dirigentes y líderes. El caudillismo de Carlos Mesa representa esa crisis política en Bolivia, y así como en una década, ese sector político que no entiende la pluralidad de la sociedad, no ha podido construir otro candidato que articule sus demandas y a los sectores que estaban en descontento con la corrupción, la manipulación de la justicia y el encarcelamiento de dirigentes por parte del ex gobierno.
La política boliviana es simiesca, unos luchan propugnando la democracia pero en la medida que hacen eso, sale a flote sus prejuicios diferencialistas y racistas. Eso en los militantes de la derecha. En el otro bando, el MAS ha propugnado más de una década representar a los “indígenas”, sin embargo, el autóctono era víctima del pongueaje político, servía como masa votante, como escalera política, pero lo peor fue desgastar los elementos-culturales-en-potencia de estos, razón por la cual, se ha calificado a la Wiphala como el símbolo de un partido político. En ambos casos la izquierda-indigenista como la derecha, no han sabido actuar responsablemente; resultado: más de 100 heridos, más de 8 muertos y los diversos estratos sociales enfrentados.   
En el panorama actual vemos que no hay un líder que aglutine todos los sectores en conflicto, tenemos una sociedad fragmentada social y políticamente, los liderazgos locales surgidos después del referéndum del 21 de febrero de 2016 y más aún después de los comicios del 20 de octubre, no hegemonizan en un bloque los diversos sectores, sea Pumari, Camacho o la presidenta en transición no tienen la legitimidad mayoritaria, y precisamente ahí radica el problema actual, pues, hay un sector que apoya al nuevo gobierno, pero también existe otro sector que no está de acuerdo. Y en política se trata de hacer alianzas, de acuerdos, de disensos y consensos, y me temo que no han llegado a esa instancia ninguno de los mencionados.      
A esto hay que agregar los fake news en las redes sociales y la prensa nacional, que en su mayoría han tomado una dirección de apoyo al gobierno, una prensa que se “hace a la vista gorda”, que teniendo ojos, oídos y corazón, no ve, no escucha y no siente; una prensa que se hace a los que no tiene postura, pero en el fondo lleva un fanatismo así como cualquiera, y sí, tienen el poder, e imponen la verdad que aparece en sus titulares y no muestran la verdad de lo que acontece. La línea informativa está a favor del gobierno transitorio y no es novedad, en el ex gobierno también la hubo. Es simple ¿Acaso hay una dictadura mediática en ciernes? Hasta donde vemos, sí.
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Autónomamente de la realidad, es verdad, que las circunstancias determinan algunas acciones de los individuos, de sus interacciones y por supuesto de los grupos sociales movilizados, sin embargo, por suerte, no estamos mecanizados ni condenados a repetir la historia, de hecho, la capacidad creativa, de decisión y la voluntad (a nivel micro y macro social) implican que, podemos construir, no en su totalidad, a nuestra voluntad los nuevos escenarios políticos y sociales,  consiguientemente, la revuelta aymara, hoy, frente a la crisis política, debe dejar atrás a los viejos políticos y a sus juegos de antaño y hogaño, y crear aperturas para nuevos escenarios políticos, de lo político y la política, seguir con lo que existe es jugar con fuego, y creo que hay que echarle agua a esa llamas ardientes. Es verdad que en los nuevos bloqueos y movilizaciones se ha revivido viejas consignas históricas y se ha re-articulado la capacidad de movilización, el repertorio de acciones como marchas de protestas, vigilias, asambleas barriales, cabildos y bloqueos, es una fortaleza, pero dentro de ello también existen intereses partidarios de viejos dirigentes que han caído al pongueaje político y que quieren manipular y reconducir la lucha a otras sendas, así también existen personas que cometen actos vandálicos a nombre de una demanda y lucha justa, con los que hay que hacer un deshierbe en las mismas movilizaciones, solo así, la revuelta aymara será digna de triunfo. Solo así.
El Alto, noviembre de 2019


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