Por Chryslen Mayra Barbosa Gonçalves
Recientemente, un compañero sociólogo haitiano (Frantz
Déus) me llamó la atención sobre el texto del intelectual haitiano Handerson
Joseph sobre la situación actual en Haití. El texto lleva el título
"Silenciando el presente", parafraseando el libro "Silenciando
el pasado" del antropólogo Michel Rolph-Trouillot. Para Rolph-Troillot los
intelectuales silenciaron los procesos históricos haitianos y su importancia en
el escenario internacional, ya que fue la primera Revolución Negra, la
Revolución Nacional de Haití o la Revuelta de Santo Domingo (1791-1804), en
contra de las fuerzas de Napoleón Bonaparte que sacó las tropas francesas.
Joseph toma la reflexión crítica de Trouillot sobre el escenario actual y
argumenta que silenciar la situación de Haití es un movimiento de silenciar el
presente, un presente que late en relación con el pasado de lucha del pueblo
haitiano.
Exactamente 215 años después de la Revolución Negra, el
pueblo haitiano sale a la calle en defensa de sus derechos, contra los procesos
de corrupción de la alianza PetroCaribe, por la renuncia del presidente Jovenel
Moïse (presidente del país desde 2017), contra una inflación del 20%, el
aumento del precio de la gasolina, de los alimentos y la devaluación de la
moneda (gourdes). Esta información fue tomada de la publicación de Joseph, ya
que la prensa internacional no está haciendo visibles los movimientos sociales
de Haití. Ya hay más de 200 muertos y los conflictos duran meses.
Lo que quiero proponer aquí, a modo de reflexión, es cómo
los medios internacionales han estado lidiando con los conflictos en ambos
países, y cuando ubico a los "medios" destaco los llamados espacios
de izquierda que proponen una reflexión crítica.
Hay dos formas de silencio: el silencio de lo que está
sucediendo hoy con Haití es un silencio vacío, que performa la inexistencia de
hechos y temas políticos. El silencio de los movimientos sociales de Bolivia,
especialmente la ciudad indígena de El Alto, es uno de los que camufla las
demandas políticas de los movimientos sociales con una avalancha de información.
El silencio no es necesariamente una falta de información, el silencio en un
rasgo colonial bruto, es la distorsión de las voces, la intelectualidad y las
demandas de quienes gritan en las calles.
Bolivia pasó por el primer silencio, el vacío, en los
medios internacionales hasta que Evo Morales renunció, a partir de entonces el
silencio camuflado tomó la narrativa de uno de los dos triunfalismos (como lo
expresó Silvia Rivera), o el triunfalismo que pone a Evo Morales en una
posición salvadora del pueblo boliviano y eso no señala sus contradicciones,
asociando cualquier movimiento contrario como imperialista; o el segundo
triunfalismo, que niega todos los logros de los gobiernos de Evo Morales y pide
el retorno de una "democracia" a partir de la intervención
imperialista internacional, con el apoyo de Luis Fernando Camacho (un
empresario fascista de Santa Cruz de la Sierra), para este segundo triunfalismo
todo lo que sea contrario a su proyecto de gobierno (de la Biblia y la bandera
republicana tricolor) está asociado con el Movimiento al Socialismo y Evo
Morales, por lo tanto: comunista (y eso ellos tampoco saben de qué se trata).
Todo lo que existe en la intersección de esta
polarización está silenciado, con una avalancha de información distorsionada o
un vacío de noticias. Los medios de comunicación internacionales (y nacionales,
en el caso de Bolivia) han sido un grito que ahoga las voces de las bases que
se encuentran en las calles de Bolivia, y también el aliento que amortigua las
voces de los movimientos sociales haitianos, que no es más que dos párrafos en
los periódicos brasileños, esos sujetos son caracterizados como caóticos,
violentos, mientras que los sujetos de los movimientos sociales chilenos y
ecuatorianos son caracterizados como “intelectuales orgánicos” y con conciencia
de clase, una reflexión que tomo prestada del intelectual haitiano Handerson
Joseph.
Lo que me parece al menos intrigante (si no escandaloso)
es que los países que pasan por estas dos formas de silenciamiento se
encuentran entre los países con la mayor población racializada, Bolivia con la
mayor población indígena y Haití con la mayor parte de la población negra.
Ecuador, y especialmente Chile, han construido históricamente un estereotipo
como naciones blancas (aunque sabemos el número de poblaciones racializadas en
estos países), además, son países económicamente mejor posicionados que Bolivia
y Haití, estos últimos todavía están sujetos al subimperialismo de los países
latinoamericanos (recordemos las fuerzas militares brasileñas en Haití y la
empresa constructora OAS que financió la construcción de la carretera que cruza
la Tierra Indígena y el Parque Nacional Isibóre Sécure en Bolivia durante el
gobierno de Evo Morales). Ante esto, me pregunto: ¿cuáles son los intereses de
los medios internacionales para mantener estos triunfalismos en lugar de dar
voz a las bases populares?
¡Los intereses de la derecha son explícitos! ¿Pero qué
hay de la izquierda? Con respecto a Bolivia, desde los movimientos para la
Revolución Nacional de 1952, la izquierda de vanguardia tradicional siempre ha
tenido dificultades para abordar el problema racial, haciéndolo secundario. El
intelectual quechua-aymara Fausto Reinaga hizo esta crítica en sus libros en
los años 1970-1971 (libros que tampoco son referencias "clásicas" de
nuestros cursos de Ciencias Sociales), para Reinaga el gran problema de la
izquierda era ignorar las demandas de los indígenas y hacerlos invisibles como
sujetos históricos. Es por eso que la Reforma Agraria de 1953 generó tantas
contradicciones, porque no entendió (y no propuso entender) las formas de
organización territorial de los ayllus, aymaras y quéchuas. Por esta razón,
también, las políticas de Evo Morales no fueron efectivas como un "proceso
de cambio", tomando la agenda indígena como "pantalla", sin
respetar la autodeterminación que ambos evidenciaron como bandera política
(como fue el caso, por ejemplo, del TIPNIS, de la nación Qhara Qhara, de los
cocaleros de los Yungas y de los vecinos de Achacahi, ya citados en textos que
escribí con Roger Chambi). La izquierda latinoamericana siempre ha sido y sigue
siendo colonial, esto solo cambiará cuando sus intelectuales se den cuenta de
que no se puede pensar por separado la clase y la raza, cuando toman a los
intelectuales un poco más racializados como "intelectuales orgánicos"
no solo de la condición local, pero de la coyuntura internacional.
Michel Rolph-Trouillot, en el mismo texto citado por
Joseph, explica que era impensable para la intelectualidad haitiana, y en el
extranjero, que los negros esclavizados lucharan por la independencia de un
país como sujetos históricos. Era impensable no porque los negros no pudieran
construir una revolución en sus propios términos, sino porque la
intelectualidad se resistió a suponer que la revolución podría no tener las
caras blancas que los cuentos occidentales insistieron en ilustrar. Son
precisamente sobre los sujetos políticos de la revolución
"impensables" que se han constituido los silencios actuales, nuestro
deber político es hacerlos no solo "pensables", sino también
referencias a la lucha.
Es necesario racializar la epistemología de la izquierda,
oscurecer sus métodos e indianizar a sus referentes. Solo así la izquierda puede
auxiliar a desmantelar los silencios que cortan las venas de Abya Yala.
Comentarios