Por Iván Apaza-Calle
La formación del
Estado y la sociedad “boliviana” se caracterizaron desde su fundación en una
dicotomía opuesta. Así Estado y sociedad eran contrarios, esto se debe a que,
las elites que administraron el aparato institucional tenían a las naciones “autóctonas”
en sus “proyectos” políticos, o mejor dicho, en su pensamiento, como un
problema, cuya solución era su eliminación y muerte lenta a partir de
inyecciones migratorias desde el extranjero. Este dilema surgió desde el
carácter hereditario de la colonia a la república, así el surgimiento de la
nueva Bolivia estaba plagada de indios esclavos.
La mayor parte de los
momentos constitutivos han sido simples brochazos de una aparente
transformación y de resolución de ese viejo problema, por lo que, la guerra
civil de 1899 entre conservadores y liberales, la revolución nacional del 52 y
la constitución del Estado plurinacional no han resuelto completamente el
problema nacional, pero sí que en esos momentos, los indios han jugado un papel
importante y decisivo; ser la fuerza bruta.
A esta explicación
hay que agregar el carácter de las clases políticas que administran el aparato
estatal, con solo rastrear en la historia política, sean las que estuvieron
gobernando o las clases políticas subalternas, no supieron pensar más que en
sus intereses sectoriales, asimismo, el caudillismo y la ausencia de hegemonía
han llevado a la sociedad boliviana de crisis en crisis.
Pero el problema no
queda ahí, es más complejo, el mero hecho que la sociedad esté caracterizada en
sus interacciones por las relaciones coloniales, y con ello el racismo, son
realidades que se viven a diario, específicamente, se presentan con más
claridad en las acciones y en los discursos de las clases políticas. Si los
unos están en contra de los indios, los otros están en contra de los q’aras, en
ambas partes lo que se ve es una mixtificación y la reproducción del orden
colonial de generación en generación.
Si nos basamos en la
siguiente idea: la formación de la (s) cultura (s) vienen dirigidas por la alta
clase/casta, lo cierto es que ese estrato combinado está ausente, por lo que, el
papel lo asumen las clases políticas, y como dijimos más arriba, esa clase
desconoce la formación social boliviana, y tiene la cualidad sectaria,
consecuentemente, quienes gobiernen en momentos de crisis política, dirigen el
Estado o sus instituciones arbitrariamente contra quienes estén en su contra, y
los discursos cumplen la finalidad de descalificar. Hay una cualidad que se
nota a leguas en la clase política boliviana, esto es crear a través del
discurso, un villano y un mito de los males, si en el ex gobierno del MAS era
el imperio norteamericano, en el gobierno de facto es la “dictadura” de Evo
Morales y su regreso. Sin embargo, ese juego político no toma en cuenta a los
que supuestamente representan, así quienes sufren las consecuencias de la
inmadurez de los políticos, son los ciudadanos anónimos que no tienen voz.
En efecto, la
inmadurez de las clases políticas, el desconocimiento de las formaciones
sociales, el carácter del Estado y la ausencia de disensos y consensos entre partidos
políticos para tomar acuerdos frente a problemas como el Covid 19 solo reproducen
las formas preclaras de arbitrariedades contra la sociedad civil como la
violencia y el racismo a través de las instituciones del orden.
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