TIEMPO Y MUERTE

 Por Froilán Laime Ajacopa

Si partimos de wiñaya <eternidad> —voz puquina que se ha mantenido en aymara y en quechua— entendemos que el tiempo no es una sucesión de momentos que avanza, sino una presencia constante, la simultaneidad de todos los tiempos; la raíz es wiña <coetáneo>, que no es precisamente la edad comparable (o mita) de alguien —también en quechua mita es <edad contemporánea>—, sino que expresa que existe a la misma vez o que conviven en la misma época —mitta en kallawaya es <tiempo, época> y en quechua mit’a es <turno>.

El wiñaya no solamente es sempiterno, que teniendo empiezo no tiene fin, sino infinito, kawkit kawkikama <desde dónde hasta dónde> y con presencia ostentosa, porque kawki es <alarde>. No solamente remoto, jaya <lejos>, sino presencia cercana, akana <en aquí>, uka <ahí>, khaya <allá> y khuri <más allá>.

En el tiempo vivido como jaqi <gente>, caminamos bajo el cielo (Pacha) y habitamos en espacios de la Madre Tierra, Pachamama —que es una voz proveniente del puquina: pagas <tierra, cielo>, en kallawaya pacas <tierra>—, nacemos y surgimos de la tierra —en puquina pagari es <nacimiento>, como el quechua paqariy <nacer> o paqarina <lugar de origen>; o amanecer y ver el día, paqariña <toda la noche hasta el amanecer>—, residimos y pasamos épocas —pacha también es <época>, como patsa en jaqaru—, ya sea en tiempos antiguos, antes, nayra <delante>, o posteriores, qhipa <después, atrás>.

Y al morir, jiwaña <fallecer>, si bien dejamos de estar presentes, chhaqhaña <desaparecer> y los cuerpos terminan como laq’a achila / laq’a awicha <abuelo/abuela tierra>, pero ellos pasan a ‘otra vida’ y continúan como amaya <difunto, alma>, que retornan con nuestros familiares, regresan, kutiniña <volver> —como en noviembre, para comer y beber (como junt’u alma hasta el tercer año y luego thaya alma)—, y siguen junto a los ‘espíritus’ ancestrales, antes en las chullpa (como momias), las sepulturas o a veces en las calaveras.

Por eso al terminarse (tukusiña) al cadáver hay que poner abarca (wiskhu) inmediatamente porque ch’aphis ch’aphi pata sariri <suele irse aún por encima de espinos>; también hay que recoger los phuju <líquido corporal que queda en la habitación>, porque t’ururiwa <suele carcomer>, desportillar paredes o enflaquecer animales. Al ataúd se debe colocar, entre otras cosas (p.e. huevos, para que cumpla sus deudas), lik’i <sebo> para que se cure las heridas en los pies (k’ak’alli) por tanto caminar y trabajar, porque los muertos están más ocupados que los vivos —por eso al insecto amay khita <enviado del fallecido> se le manda grasa o existen flores como el amay zapato. Hay que mandarles también ropa y, para esto, el que mejor hace las entregas es el fuego (nina) —de ahí que en Todos Santos se diga que hay que “encender” la mesa. Y estando vivo, hay que quemar los cabellos y uñas, que no se deben extraviar porque en ‘la otra vida’ serán reclamados —dicen que los dientes hay que depositarlos a los agujeros de ratón.

¿Dónde será la morada en la otra vida? Las/los amaya pueden ser estar en muchos lugares, por ejemplo un sitio donde van las almas es a Änjumani, de donde viene el granizo (mandado por los chhijchhi achachilas) y donde los muertos por rayo chhijchhi muruq’usipki <están redondeando granizo>.

En Machaq marka (Jesús de Machaca) cuentan que los espíritus se van a la costa, a Takna (que es el alma marka) —al parecer mucho tiempo atrás los comunarios viajaban a Perú-Tacna a traerse harina y otras provisiones—, hasta cuando los vientos soplan al oeste se dice almaw sarxi <se va el difunto> y cuando soplan del oeste almaw purxi <llega>. Se narra en una historia que un comunario había viajado a Tacna con sus llamas y al retornar se encontró con su esposa, quien viniendo de su pueblo pasó rápido diciendo wawanak uñjäta <vas a ver/cuidar los hijos>; no pudo alcanzarla, hasta que llegó a la entrada de Tacna, donde dos soldados le entregan un suqusu <caña pequeña> instruyéndole que no lo destapara hasta ponerlo junto a su esposa. Retornando a su pueblo se enteró que ella murió y que ya la habían enterrado; fue a la sepultura, la desenterró y al poner la caña a la nariz solo una mosca ingresó al cuerpo y ella revivió.

 


Foto: Chryslen Mayra Barbosa

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