Iván Apaza-Calle
“Entre
indios nos pisamos el poncho”
Felipe
Quispe Huanca
No hace
mucho tiempo, Ayar Quispe, había escrito un libro, “Indios contra indios”, la investigación retomaba la idea de Felipe
Quispe Huanca, “entre indios nos pisamos
el poncho”. En el texto, Ayar trataba de descubrir los orígenes del
faccionalismo en el campo político de los denominados indios, y el carácter
servil de los dirigentes campesinos. Sus conclusiones eran que, los dirigentes
campesinos de cuya época: Alejo Veliz, Evo Morales y Felipe Quispe “han fundado
toda su actividad sindical bajo la premisa siguiente: el poder sobre todas las
cosas”, pero, no solo eso, Ayar había identificado otra fuente de la
contrariedad entre indios, como las divisiones inducidas por “partidos
políticos, las organizaciones no gubernamentales y el gobierno de turno”. Consiguientemente,
a partir de la división dirigencial, las bases también estaban divididas, lo
que provocaba su fracaso en la reconquista de sus derechos y la demanda al
Estado como movimiento liberatorio.
Diferente a
los argumentos de Ayar Quispe indagados dentro de la CSUTCB y en el campo
político a nivel macrosocial, eran las ideas de Xavier Albó en “Desafíos de la solidaridad aymara”,
quien trataba de explicar el faccionalismo aymara a partir de las estructuras
comunales rurales. La tesis central de Albó era que existe una paradoja aymara,
es decir, hay una solidaridad fuerte en los aymaras pero dentro de ella también
un faccionalismo interno entre ellas el familiar, socio-político, religioso
entre otras, y reconocía que los argumentos planteados solo partían de
insinuaciones y que faltaba completar para la explicación como el fundamento
histórico, psicosocial y las relaciones con el no aymara.
No es que
sea una naturaleza o excepcionalidad del mundo indio la división, no; de hecho,
son construcciones sociales que se van constituyendo con cada acto social, sean
las que vienen influenciadas a partir delos sujetos sociales frente a su externalidad
o a partir de lo externo, es decir, agentes influyentes que alteran las
decisiones de los sujetos.
En todo
caso, hay muchos elementos para llegar a la pugna de “indios contra indios”, y
son esas cualidades las que hay que desmitificar, para poder entender lo que
actualmente está sucediendo en la política nacional concerniente a los
autóctonos. Por ejemplo, “el duelo de chicotes”entre indios, a muchos les ha
causado mucha risa en las redes sociales, incluso, a los propios activistas que,
están en contra de las políticas de servilismo e instrumentalización, en fin a
los indianistas y kataristas; lo cierto es que, eso que les causa risa, oculta algo
muy fuerte y que se les escapa de la reflexión: el tema de la
instrumentalización política.
No solo
existe la instrumentalización de los elementos-culturales-en-potencia,
sino que hay también la instrumentalización en el campo político, que se deja
pasar como algo normal y no como aquello que vislumbra la fragmentación
política a nivel macro de las comunidades aymaras, y es el caso de Achacachi y
los cantones aledaños causada por el servilismo político de sus dirigentes. ¿Quién
sale ganado en este duelo? No son los que se desafían a darse chicotes, ellos
son apenas unas piezas de los partidos políticos, de derecha e izquierda; son
los perdedores. Están en función al amo partidario, pero hay que agregar a esto
que, son objeto de mofa y de racismo. ¡Señores chicoteadores! Están jugando y
juegan con ustedes. Son parte del circo que se les ha instituido, y hacen
malabarismos para llamar la atención.
El caso no
es reciente, verdad; se ha venido repitiendo mecánicamente de generación en
generación, así como la dominación perpetua hasta hoy; de hecho, la nación
aymara, no conquista sus derechos por esta realidad, lo que lleva a su fracaso.
Por otro lado, quienes salen ganando, son los agentes políticos que controlan
ambos partidos en pugna. Se dice que el diputado Rafael Quispe, hace bien con
todas las acciones que uno observa en la pantalla del celular, sin embargo, los
propósitos de Quispe le llevan a un suicidio; toda rebelión individual como
Albert Camus señaló en “El hombre
rebelde” es un suicidio. Tiene límites, porque no posee una estructura
política; sus acciones mediáticas, apenas es un grito solitario en plena pampa
altiplánica, pero un grito que depende de un amo. También se dice que el
dirigente de los ponchos rojos hace bien y cumple con lo orgánico, pero no. No
está fuera de la instrumentalización política, el ente matriz al que pertenece,
también ha caído al control político partidario. Y como escribimos el 2007 en “La verdadera tarea de los ponchos rojos”
es que se encaminen por los senderos de Tupak Katari, Bartolina Sisa, de tal
manera que exista la autonomía sindical y la conquista de los derechos como
sociedad.
En ambos
casos, los partícipes del “duelo de chicotes”, no son los sujetos políticos
sino los sujetos racializados que, reproducen las dinámicas de
instrumentalización. Y lo peor es haber “naturalizado” la instrumentalización y
la fragmentación de la unidad aymara. En fin. No queda otro camino, más que
sepultar a los intermediarios políticos y el vínculo de los dirigentes con los
partidos políticos como había concluido Ayar Quispe en “Indios contra indios”, pero sobre todo, sí, escuchen: que quispes
y huancas sean uno, con eso tendremos otra revuelta, otro 2000-2003.
El
Alto, fin de junio de 2019
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