Breve esbozo del Aymara que levantó el orgullo indio en Bolivia Por Roger Adan Chambi Mayta ¿Indio? ¿Campesino? ¿Indígena? Los denominativos que nos han impuesto fueron cambiando conforme sistemas políticos, prejuicios sociales y modas académicas. Siempre el otro poniéndonos apelativos, siempre el otro imaginando fantasmas y virtudes en nuestros pueblos. Para principios del siglo XX, el indio era el “pueblo enfermo”, la razón para que Bolivia no llegara al progreso, la razón para que Bolivia no sea semejante a Francia, a Occidente. A mediados de ese mismo siglo, bajo políticas de mestizaje y a partir del denominativo “campesino”, se trató de encubrir las prácticas, idiomas, culturas y memorias de los pueblos indígenas. La consigna fue: asimilación o perdición. Iniciando el siglo XXI, se posiciona el denominativo “indígena originario”, quien será el depositario de todas las fantasías de una sociedad armónica, de un mundo de complementariedad idílica. Así los aymaras, quechuas,
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